Queridos amigos

¿Conocen la fórmula de Jesús para ser felices? Suele venir bajo el nombre de Las Bienaventuranzas y la traen Lucas y Mateo, en versiones distintas. Más larga e impersonal la versión de Mateo (5, 3-12); más corta y directa la de Lucas (6, 20b-23), la que además une bienaventuranzas y maldiciones, como para hacernos ver de lo que nos hemos librado al optar por las Bienaventuranzas. El evangelio de hoy nos trae la versión de Lucas.

Esta fórmula de felicidad consiste en ponerse con toda confianza en las manos de Dios. A ejemplo de Jesús, que supo abandonarse por entero, en las buenas y en las malas, a la voluntad de Dios. Mateo lo dice sin rodeos, aludiendo a los anawin o pobres de Yavé del Antiguo Testamento, que aquí llama “pobres en el espíritu”.

¿Quieren ustedes ser felices? Sean “pobres en el espíritu”, responde Mateo. Sean “pobres”, responde Lucas. En el fondo, ambos dicen lo mismo, aunque Lucas suene más duro y difícil de aceptar. Muchas veces ponemos nuestra confianza y nuestro deseo de felicidad en las cosas, en el tener cosas, que no siempre logramos o que, aún teniéndolas, no nos llenan, porque simplemente buscamos más… Nos has hecho para Ti, oh Dios, y nuestro corazón estará siempre inquieto, hasta que descanse en Tí, exclamaba S. Agustín, de vuelta de tantas cosas en las que había buscado y puesto la felicidad..

Ciertamente la felicidad es más que un estado de ánimo o que una actitud interior. El hombre es cuerpo y alma y necesita tener un soporte material o espiritual más que suficiente para desarrollarse integralmente. Pero la felicidad no está en eso ni siquiera en el correcto manejo de los bienes materiales y espirituales. Decididamente, la felicidad está en tener a Dios. Sólo Dios basta, decía la española Sta. Teresa. Es por ello que la felicidad que proviene de cumplir las Bienaventuranzas es sinónimo de santidad. Son santos y/o felices los que cumplen las Bienaventuranzas.

Las Bienaventuranzas no se mueven en el terreno de lo sociológico, sino en el terreno del Reino de Dios y en el de la causa del Hijo del Hombre. Desde esta perspectiva, son un camino a la felicidad (=santidad) y constituyen la quinta esencia del mensaje de Jesús. En la Nueva Alianza y para nosotros, las Bienaventuranzas deben ser lo que para los hombres y mujeres del Antiguo Testamento fueron los mandamientos. Todo.

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