50 AÑOS DE VIDA SACERDOTAL Y MISIONERA – XI

XI

El Siervo de Dios Mons. Emilio Lissón,

     Obispo Peruano, Vicentino y Santo.

              “Usted tiene que ocupar el puesto de Jesucristo

     Tiene que ser también como Él luz que ilumine

       Y caliente”. San Vicente (XI-240)

          Al comenzar el mes de mayo de aquel glorioso año de nuestra ordenación, recibimos la visita de nuestro P. Provincial, que venía con otros Padres de su consejo, con la idea fija de adelantar al mes de junio las ordenaciones, para hacerlas en el Congreso Eucarístico de Barcelona. Al proponer la idea al Sr. Superior y Padres profesores se encontró con una barrera infranqueable. Lo sentimos, porque soñábamos con la idea de ir cada uno a su pueblo, para celebrar la Primera Misa con sus familiares. Pero no hay mal que por bien no venga ¿Quién nos iba a asegurar que en el Congreso nos iba a consagrar nuestro Obispo Vicentino, a quien teníamos por santo?

Principales datos biográficos de Mons. Emilio Lissón. Nació el 24 de mayo de 1872, en la bella y blanca ciudad de Arequipa, situada entre la costa y la sierra, a mil kilómetros al sur de Lima. Estudió en el colegio San Vicente  de Paúl de la misma ciudad, que dirigía el padre vicentino Hipólito Duhamel. Se siente llamado a seguir la vocación misionera de San Vicente y, bajo la dirección del mismo P. Hipólito, comienza los estudios eclesiásticos. Ingresa en la Congregación de la Misión en París el año 1892 y emite sus votos dos años más tarde. Terminado sus estudios teológicos se ordena sacerdote el 8 de junio de 1895. A petición del mismo P. Duhamel vuelve a Arequipa, donde trabajará 14 años como profesor y director espiritual en los colegios seminarios de la ciudad Blanca. En 1908 fue nombrado obispo de Chachapoyas, región selvática del norte del Perú. Y después de ejercer su ministerio y misionero durante nueve años, convirtiéndose en el obispo de los pobres, fue elegido Arzobispo de Lima y Primado del Perú.

Trece años de ardua labor. Durante  trece años y de una manera incansable recorrió toda su extensa diócesis (alguien le llamó el “Nuevo Toribio de Mogrovejo”). Residía parte de la semana en el seminario, convirtiéndose en su director espiritual. Fundó otros tres nuevos seminarios menores en Canta, Huayopampa y Barranca. Se preocupó de la vida espiritual de las parroquias, mandando imprimir un devocionario para los sacerdotes y un manual de catequesis para los niños, que llevaba por nombre: “Manual de la Doctrina  Cristiana”. Al ver el éxito del P, Plasencia en la ciudad de Miraflores, en la fundación de la Acción Católica y la Hermandad del Sagrado Corazón de Jesús de los Obreros de San Vicente, recomendó que se hiciera lo mismo en las demás parroquias de Lima. Fundó el periódico cristiano “Tradición”, que dio mucho de qué hablar, e instaló la mejor imprenta del Perú. Lo que más nos llama la atención fue la celebración del XIII Sínodo de la Arquidiócesis, el año 26, conmemorando el Segundo  Centenario de la Canonización de Santo Toribio. (Nota: datos tomados en parte del Boletín Provincial Nº 4-2008-julio-agosto, página 37)

Renuncia y destierro de Monseñor. Y después de una vida austera y de preocupación, sobre todo de los más pobres, fue desterrado por razones políticas a Italia el año treinta y uno. En Roma se acogió a la Casa Internacional de los Padres Vicentinos. Siguió su vida austera y tan marcada a los más necesitados, con muchas horas de confesionario y en la atención a las casas religiosas como capellán. Fueron las Madres Reparadoras de fundación peruana, las que recibieron la mayor atención del santo, y a la vez, las que se preocuparon más para que no le faltara nada a Monseñor. Pasó a España el año cuarenta. Y se convertirá en el obispo que estará presente en casi todas las ordenaciones de los Padres Paúles de España, hasta el año 55. Trabajó incansable como obispo auxiliar de Sevilla, y sobre todo, de Valencia, donde murió en olor de santidad el año 61. Treinta años después, en el noventa y uno, el Señor Arzobispo de Lima, Mons. Vargas Alzamora y el P. Provincial de los vicentinos, P. José Antonio Ubillús, viajaron a España y nos trajeron el tesoro de sus reliquias. Durante  24 horas estuvieron expuestas a la veneración de numerosos fieles, en el templo de la Virgen Milagrosa de Miraflores. Al día siguiente, las sagradas reliquias fueron inhumadas en la catedral de Lima, con la asistencia de numerosos fieles que oraban con fervor por su pronta beatificación.

Proceso de beatificación de Monseñor. En el boletín de julio y agosto del 2008. Página 37, encuentro esta nota del comienzo del proceso de su beatificación: “El 17 de diciembre del 2002, se inició en Valencia – última morada de su peregrinación y lugar de su deceso –  el proceso de su beatificación, que culminó en su fase diocesana el 31 de mayo del 2008. S.E. Agustín García Gasco, destacó su itinerario martirial, a partir del derribo o destierro de Lima, pero que él vivió como misionero de la Evangelización, recorriendo su Vía Crucis con paz, esperanza y sentido de resurrección”. ¿Y qué es lo que nos toca hacer a nosotros, para que el proceso siga normalmente adelante? Orar todos los días con fe y fervor, pidiéndole esta gracia a nuestros fundadores san Vicente y Santa Luisa.

Los sagrados restos de Monseñor Lissón reposan en la Catedral de Lima

Los 400 años que estamos viviendo es para intensificar nuestras oraciones,

para que nuestros santos fundadores nos alcancen del cielo la pronta

beatificación del siervo de Dios. Privadamente podemos y debemos pedir

al siervo de Dios las gracias espirituales y corporales que necesitemos.

Que nuestro bienaventurado nos bendiga desde el cielo. Amen

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