LA SALVACIÓN DE DIOS ES PARA TODOS

Una señora fue a su parroquia para buscar a un sacerdote. El motivo: su esposo estaba agonizando, por un cáncer generalizado. A gritos la señora dijo el sacerdote: “Padre deseo que vaya usted a darle las últimas oraciones a mi esposo, y le unja con el aceite de los enfermos”. El sacerdote aceptó. Pronto, al llegar a casa, le reciben con mucha cortesía; y cuando entra a la habitación del Sr.Pancho, éste le dice al sacerdote: “¿y usted quién es y a qué ha venido?”. Él contesta: “soy el sacerdote de tu parroquia y vengo por pedido de tu esposa y tus hijos a darte la unción de los enfermos”. Él contesta: “Yo no creo en esas cosas, y menos en Dios, regrésese por donde ha venido; yo no necesito de sus oraciones y menos de Dios”. El sacerdote contesta: “Muy bien hijo mío, que Dios te bendiga y me paso a retirar”. Los familiares, empezando por la esposa, junto a sus hijos le pidieron, con lágrimas en los ojos: “Quédese por favor ya que Él necesita ese sacramento de los enfermos”. El sacerdote contestó: “Ustedes ya han escuchado que no desea nada y no se le puede obligar a recibir algo en el que no cree”. A las pocas horas de ese día, el Sr.Pancho falleció sin recibir la unción de los enfermos.

¿Alguna vez nos hemos planteado seriamente que nuestra vida es cortita, caduca y que en algún momento podemos partir de este mundo en el que vivimos? ¿Estaremos preparados para cuando llegue ese momento? Seguro que, como tantas veces, podrías responder que no. Pero renglón seguido, podemos preguntarnos: ¿y cuándo vamos a estar preparados? ¿Qué nos falta para estarlo?

Constantemente Dios, porque nos ama, nos ofrece su salvación, ya que esta es gratuita y universal: “Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria” (Is.66,18-21). El plan salvador de Dios no tiene fronteras, por eso es que la Iglesia, que continúa la obra del Maestro, debe estar atenta para evangelizar a “tiempo y a destiempo” (2Tim.4,2), pero de palabra y obra el amor salvador de Dios. ¿Te preocupas de ganar más almas para Dios o no te interesa?

Es cierto, y en honor a la verdad, y a la luz de la historia contada anteriormente, podemos decir que hay gente que acepta la salvación que Dios ofrece, y la promueve; pero hay gente que, siendo consciente de cómo está de cara al Señor, no acepta esa salvación de Dios. ¿Estás o no en el primer o segundo grupo? ¿De qué lado estoy?

Pero Dios, porque nos muestra que su amor es grande, no deja de invitarnos a convertirnos cada día “ya que el reino de Dios se ha acercado” (cf.Mc.1,15). Esa salvación, la debemos ir trabajando en el hoy y aquí de nuestra propia vida, y en palabras del autor de la carta a los Hebreos, desde la corrección fraterna: “no rechaces la corrección del Señor, porque el Señor reprende a los que ama” (Hb.12,5-7.11-13). No dudemos en fortalecernos en el Señor cada día, sin desanimarnos para que la voluntad de Dios se cumpla cada día: “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt.6,10). ¿Cuándo será el día que me de cuenta que debo cambiar? Cuidado que puede ser demasiado tarde. Nosotros debemos plantearnos seriamente volvernos para Dios, y que eso se note cada día de nuestra vida.

Jesús nos enseña que no debemos bajar la guardia en nuestra tarea de evangelizar a todos, eso es parte de la salvación que Dios ofrece. Recordemos que el concilio vaticano II define a la Iglesia como: “sacramento universal de salvación” (LG.48). La Iglesia está llamada a ganar más almas para Dios. Pero, ¿cómo salvarse? Jesús da la respuesta: “Esfuércense en entrar por la puerta estrecha” (Lc.13,22-30). Si acepto a Dios en mi vida, y vivo conforme a lo que Él quiere, entonces mi vida tendrá sentido (cf.Jn.15,5), de lo contrario no. En algún momento Dios nos va a pedir cuentas, porque la vida no la tenemos comprada, esta es un regalo de Dios: de Dios venimos y a Dios volvemos. La actitud del Sr.Pancho, personaje de la historia, nos tiene que hacer pensar seriamente, que mi salvación pende de un hilo. O estoy o no estoy del lado de Dios (Dt.30,19).

Dios “quiere que todos se salven y lleguen al pleno conocimiento de la verdad” (1Tim.2,4). “A la tarde te examinarán en el amor” (San Juan de la Cruz, “Avisos y sentencias”, 57). Deseemos vivamente la salvación de Dios cada día de nuestra vida. Al cielo queremos ir. La salvación de Dios es para todos, no lo olvides.

Con mi bendición.

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