AMAR AL ENEMIGO, ES UNA TAREA DE AMOR PERMANENTE

Una escuela de niños contrató a un Señor jubilado, para el servicio de guardián del mismo colegio. Este hombre sencillo, bueno, amable, cortés con todos, etc. Tenía, entre otras cosas, un don especial: se sabía literalmente el nombre de todos los alumnos, y así los saludaba, por su nombre; otro regalo que había recibido del cielo, era que cada vez que alguien se acercaba a contar sus problemas personales, o sus dificultades, lo único que hacía era dar un pañuelo blanco para que la persona se seque sus lágrimas. No faltó por ahí algunas personas malintencionadas que no vieron con buenos ojos eso. Le calumniaron de cualquier modo, hasta pensando que lo hacía con mala intención. Una vez faltó a la escuela, y otra vez, y una semana y dos. Luego se enteraron que estaba grave. A las pocas horas de ese día murió. Al día siguiente del entierro, muchos cuando pasaban por su casa, miraban por la ventana un ramo de flores, su foto, una vela encendida y el pañuelo blanco. Cada vez que un enfermo pasaba por ahí, recibía un toque especial, a manera de perfume, y este se traducía en una sanación física. Luego toda la escuela entendió y proclamó: “nos equivocamos con nuestra apreciación a Él, hemos gozado de un santo en vida, nos daba amor y cómo le hemos pagado. Ahora démosle gracias a Dios por su vida”.

Cuán fácil es señalar con el dedo a los demás y no medir las consecuencias de nuestros actos, ¿verdad? Cuán fácil es tener un espíritu de venganza, de cólera enquistada por muchos años, de rencor solapado, de rechazo a la persona que no me cae bien, pero cuán difícil es amar como Dios quiere (cf.Jn.15,12). Abisay, personaje que aparece en la 1ra lectura (1Sam.26,2.7-9.12-13.22-23), quería vengarse de Saúl, usando el nombre de Dios: “Dios ha puesto hoy en tus manos a tu enemigo. Déjame que ahora mismo lo clave en tierra con la lanza, no hará falta repetir el golpe”. Expresó su mala intención delante de David para arremeter contra Saúl. Quizás hay personas que adopten esa postura, y doblemente triste es cuando “usas” el nombre de Dios para cometer esas atrocidades. ¿No estaremos en esa actitud nosotros? ¿Habremos caído en esa astucia del diablo? David, muy ungido por el Espíritu Santo, cambia esa astucia del diablo por una obra de amor: “No lo mates, porque no quedará sin castigo quien atente contra el ungido del Señor”.

Cuando actuamos con una mala intención, lo hacemos con el “hombre viejo” y no actuamos “con el hombre nuevo”. Necesitamos dejarnos tocar por Dios para vivir “según el espíritu” (Gal.5,16) y así no ser esclavos “de los deseos de la carne”. La tarea será actuar siendo hombres nuevos, que se dejan guiar por el Espíritu de Dios y no por el espíritu del mundo. Ciertamente tenemos marcada nuestra humanidad, con tendencia al pecado, pero deber ser más en nosotros la apertura a la gracia. Pablo nos lo recuerda en la 2da lectura: “Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial” (1Cor.15,45-49).

El “mundo” busca, como sabemos: venganza, señalar con el dedo, actuar con mala intención, buscar hundir a los que intentan actuar con amor (como el guardián de la historia), pero Jesús propone todo lo contrario: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, oren por los que les injurian…no juzguen y no serán juzgados” (Lc.6,27-38).

¿Será difícil aceptar ese reto de amor de Dios? Yo creo que, si nos proponemos hacerlo y pedimos el auxilio constante del Espíritu Santo y la protección de María Santísima, ese reto se vivirá de manera permanente. Cuesta decirle al mundo que sí es posible vivir conforme a lo que Dios quiere, pero para Dios “nada hay imposible” (Lc.1,37). Es un mundo nuevo, un reino nuevo que Jesús propone. Hoy podemos incluso proponernos orar con más ganas y esperanza por los enemigos, por los que nos persiguen y calumnian, por los que nos señalan con el dedo acusador, por los que lanzan falsos testimonios y mentiras, por los que dividen y confunden a los demás, por los que no quieren que actúes según la voluntad de Dios, para que Dios los “renueve con espíritu firme” para que “no los arroje lejos de su rostro”, y para “que no les quite su santo espíritu” como recita el salmo 51.

Aprendamos a actuar con y desde el amor que viene de Dios (cf.1Jn.4,8), como el guardián de la historia.

Amar al enemigo es una tarea de amor permanente.

Con mi bendición.

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