Queridos amigos

Una vez más la Iglesia nos propone a Juan el Bautista como modelo de lo que tenemos que hacer en Adviento. Lo que él hizo nos lo cuenta el evangelio de hoy (Lc 3, 10-18), que lo resume diciendo: exhortaba al pueblo y le anunciaba el evangelio. Al pueblo le exhortaba a ser caritativo, justo y no violento. Y, para evitar que creyeran que él podría ser el Mesías, le decía que él no era el Prometido de las Naciones, que el Mesías vendría con un bautismo de fuego por el Espíritu Santo, mientras que su bautismo era sólo de agua, como un rito para prepararle y reclutarle seguidores para cuando apareciese.

Comerciantes, “publicanos” (= cobradores de impuestos), soldados, todos se le acercaban para consultarle lo que, en cada caso, tendrían que hacer. La respuesta de Juan era directa y firme, aunque siempre cordial. Compartan dice a los primeros, den comida, vestidos, lo que tengan. Y ayuden a los demás. Sean justos y no exijan más de lo establecido, decía a los publicanos, que tenían fama de ladrones. Y a los soldados: conténtense con su sueldo y no sean extorsionadores ni prepotentes. Como vemos, Juan ponía de relieve la necesidad de vivir y practicar la caridad, la justicia y la paz.

A esta enseñanza moral, Juan añade otra enseñanza muy superior, centrada en Jesucristo y su bautismo por el fuego y el Espíritu Santo. El bautismo de Juan es con agua, invitando a la conversión y al seguimiento del Mesías, que está por llegar. Juan no es nadie comparado con el Mesías y su bautismo es nada comparado con el de Jesús. Digamos que es esencialmente distinto e infinitamente inferior en valor y eficacia al del Mesías. Aun así Jesús, en gesto de humildad y en solidaridad con Juan, hará que éste lo bautice… El Padre Dios y el Espíritu Santo premiarán su gesto, manifestándose y manifestando quién realmente es Jesús, en lo que llamamos la epifanía del Jordán; Tú eres mi Hijo… (Lc 3, 21-22).

Lo dicho debe llevarnos a revalorizar nuestro bautismo, que es lo más grande que nos ha ocurrido en la vida, con llave de oro para la otra. Debe llevarnos también a reavivarlo en nosotros, como la mejor manera de hacer algo en el Adviento y de prepararnos para la Venida del Señor. Les invito a repetirse cada día: ¡Soy un bautizado, un cristiano, y debo actuar como tal! Les invito también a celebrar cada año su cumplebautismo como celebran su cumpleaños. Lo que a lo mejor les obliga a tener que averiguar y memorizar la fecha en que fueron bautizados. Consigue la constancia de tu bautismo y ofrécesela como regalo al Niño Dios en la Navidad.

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