El Evangelio nos presenta este domingo al Señor Jesús tratando de explicar a sus discípulos porque tienen que orar siempre y sin desanimarse y asegurarles que si así lo hacen, si oran sin desanimarse, el Señor les hará justicia, es decir oirá su oración y atenderá su pedido.

Pero para orar al Señor, supone primero tener fe, que nos hace conocer, creer y confiar en aquel que nos da la fe como un don, como un regalo.

Si aceptamos que la oración es una conversación entre dos y esos dos son: Dios y el hombre, entonces entendemos que en esa conversación cuando uno habla el otro escucha con atención.

De allí podemos sacar la conclusión que los hombres debemos ejercitarnos en el escuchar a Dios, ya que para hablarle a Dios, tal parece tenemos mucha práctica, pero para escucharle no tenemos tanta práctica, pues tal pareciera que para no escucharle en la oración nosotros no paramos de hablarle, olvidando tal vez aquella recomendación del Señor Jesús “…cuando ustedes recen no sean charlatanes como los paganos, que piensan que por mucho hablar serán escuchados…”. Si la oración es conversación entre dos, entonces debemos quedarnos en silencio una vez que hayamos hablado nosotros, para empezar a escuchar Dios que también tiene mucho que decirnos, en la oración debemos tener fe de que el Señor nos hablará y para que esto suceda tal vez debamos aprender a cerrar la boca y abrir los oídos y los ojos desde la experiencia de la fe, que nos hace reconocer que Dios es nuestro Padre y Creador; que nos ama a todos y por eso desea salvarnos a todos y para hacerlo nos ha enviado a su Hijo, Jesucristo señor Nuestro, y entonces le escucharemos y nuestra experiencia de oración será más plena.

 

Tal vez por eso en el relato termina el señor preguntándoles a sus discípulos “…Cuándo venga el Hijo del Hombre ¿encontrará esa fe sobre la tierra? La respuesta afirmativa supone que debemos aprender a orar y enseñar para que otros también aprendan y ellos y nosotros sigamos enseñando de tal manera que llegado un momento todos estemos orando, es decir ejercitando nuestra fe que nos lleva a conversar con nuestro Buen Padre Dios y de esa manera todos conozcamos lo que Él espera que nosotros hagamos y nosotros reconozcamos lo que Él hace en favor nuestro y entonces seamos agradecidos con Él, nuestro Padre bueno y misericordioso.

Ya han transcurrido las dos primeras semanas del mes de octubre, es bueno recordar que:

En la PRIMERA SEMANA teníamos la tarea el orar por los misioneros y misioneras y también por quienes viven en territorio de misión, por los primeros para que el Señor que los llamó y envió los mantenga perseverantes en la misión, y por los últimos para que un corazón generoso reciban el anuncio de la Buena Noticia de labios y testimonio de los primeros.

En la SEGUNDA SEMANA la tarea fue ofrecer nuestros sacrificios en favor de los mismos de la primera semana y por los mismos motivos.

AL INICIO DE ESTA TERCERA SEMANA es bueno recordar que la tarea por cumplir es la realización de los gestos de generosidad y solidaridad para con los destinatarios del primer anuncio y los misioneros que realizan esta tarea.

Sin olvidar que nuestra tarea para la CUARTA SEMANA es promover las vocaciones misioneras.

Que el paso del SEÑOR DE LOS MILAGROS, por las calles por donde recorra en procesión, sea experimentado como un momento de bendición de parte de Dios para todos sus hijos e hijas.

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