ORAR SIN DESANIMARSE

Estamos celebrando el DOMUND, día en que la Iglesia nos pide que nos unamos en oración y colaboremos en bienes económicos a la misión que llevan adelante hombres y mujeres que dejan todo por anunciar la buena noticia de la salvación. Ahora bien, entremos en la propuesta de los textos bíblicos de la liturgia dominical. La parte narrativa de la Torá intenta subrayar cómo un pueblo en formación, elegido por Dios, es capaz de vencer a sus enemigos, pueblos más poderosos. Moisés delega a Josué la lucha contra los amalecitas, pero el gran líder no quiere desentenderse de su liderazgo y decide elevar sus manos en oración para confirmar si es voluntad de Dios la victoria. El gesto comprometedor de Aarón y Jur confirman la necesidad de que lo que se haga sea en conformidad con la voluntad divina. Obviamente, necesitamos comprender la teología que enmarca este relato, que no es otra cosa sino afirmar que Israel, un pueblo en nivel inferior a las grandes potencias que le rodeaban, por ser elegido por Dios, vence notablemente a sus pueblos enemigos. Seguimos escuchando en la segunda lectura a la tradición paulina, que recoge en esta oportunidad la importancia que se le daba a la Sagrada Escritura, es decir a los textos que para nosotros corresponden a la gran mayoría del Antiguo Testamento. Se le reconoce a tales textos como inspirados por Dios por lo que resultan muy útiles para los cristianos hasta el momento en que Cristo Jesús vendrá a juzgar a vivos y muertos. No basta con aceptar sin más el carácter sagrado de la Escritura sino comprometernos a trasmitir la Palabra de Dios en todo momento y apreciando su aporte diverso para la vida de los creyentes. En el evangelio de Lucas el tema de la oración es muy frecuentemente resaltado, y en esta oportunidad el carácter de orar sin desanimarse es explicado a partir de una parábola. Se presentan los personajes: un juez que no le importaba nada y una viuda insistente que le pide a aquel juez que le haga justicia frente a su enemigo. Puede que aquel juez buscase con su indiferencia cansar a aquella mujer en su pedido, pero la constancia de la viuda ponía en aprietos a aquel hombre, quien al final tuvo que ceder al menos para no verse perturbado más por su presencia. La comparación es evidente, pues aquel juez toma la decisión de intervenir intentando sacarse de encima el problema. No hay una común intención con la propuesta de Jesús, pues este apela a la esperanza confiada en que Dios hará justicia sin tardar. La pregunta retórica final deja en perplejidad la esperanza cristiana, pues si confiamos en que Dios escucha la voz de sus hijos la justicia llegará pronto, pero exige a su vez, mucha disponibilidad de quienes la aguardan con firmeza. ¡No perdamos el regalo de la fe!, y más aún sabiendo que está cerca la venida del Hijo del hombre.

Ya es tiempo de elevar las manos a Dios, hoy en nuevos contextos donde la lucha por ser fiel a nuestra fe nos lleva a vivir en medio de la hostilidad. Dios vela por todos nosotros y por ello nuestra oración debe ser confiada en su infinita voluntad, que no es otra, que la salvación de los hombres.

Leave Comment