Celebramos este domingo la fiesta solemne de la ASCENSIÓN DEL SEÑOR y el evangelio de esta fiesta solemne nos presenta al Señor Jesús luego de haber resucitado al tercer día.
Para meditar este texto evangélico debemos tener el contexto de los acontecimientos que nos narra el evangelista desde el acontecimiento de la RESURRECCIÓN, ocurrido el primer día de la semana la experiencia de las mujeres idas al sepulcro para embalsamar el cuerpo del Señor, la experiencia de los amigos de Emaús, quienes habiendo regresado donde los ONCE e intercambiaban experiencias, es en este contexto que el Señor Resucitado se les aparece a todos y les desea la paz y reconociendo que ellos están ESPANTADOS Y TEMBLANDO, pues pensaban que el que estaba al frente de ellos era un fantasma por lo que Él se ve precisado en hacerles caer en cuenta que realmente es Él que ha resucitado y para convencerlos les muestra las huellas de los clavos que lo sostuvieron en la cruz de pies y manos, causando entre los presentes GOZO Y ASOMBRO y como para que no terminaran de creer que estaban mirando a un fantasma les pidió algo de comer y comió delante de ellos aquel pedazo de pescado.
Luego de esto es que el Señor Jesús les explica las escrituras tal como lo había hecho ya antes por el camino a los amigos de Emaús y les decía: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día” y junto a esta explicación les hace saber que “se predicará en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén”, de lo cual el Señor Jesús los hace testigos de todo esto.
Luego de hacerlos testigos, el Señor Jesús les hace la promesa de enviarles lo que les ha prometido el Padre y esta promesa es el envío del nuevo Defensor, el Espíritu Santo.
De allí que les pida a sus discípulos que no se alejen de la ciudad sino hasta después de ser revestidos del poder desde lo alto, que es de lo que les hablaba cuando les decía «Mirad, y voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre.”
Hasta aquí el Señor Jesús termina de hablarles a sus discípulos a quienes invita a que lo acompañen hasta cerca de Betania donde los bendijo, es decir les deseó que Dios hablase bien de ellos. Para bendecirlos el señor Jesús alzó las manos.
Es aquí donde sucede la ASCENSIÓN del Señor Jesús hacía el cielo, separándose de los discípulos que se quedaban esperando que se cumpliera en favor de ellos aquella promesa del Padre y que les había hecho conocer el Señor Jesús.
Termina el relato del evangelio haciéndonos saber que los discípulos se postraron delante de como señal que quien estaba delante de ellos era el Señor, aquel que fue enviado por el Padre para la salvación de todos.
Y por último los discípulos se vuelven llenos de gozo, por lo que habían contemplado, a la ciudad de Jerusalén en obediencia de lo que les había mandado el Señor de no alejarse de la ciudad hasta que el Padre los revista de aquel poder del que les había hablado. Por lo que se mantienen siempre bendiciendo al Señor en el templo.

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