El evangelio del domingo de hoy, V de Pascua, se refiere a los últimos momentos de Jesús en compañía de sus discípulos antes de su desenlace final. Se sienten confundidos e inseguros y les produce una sensación de incertidumbre y angustia. Jesús les anuncia su “partida del mundo” y su vuelta “al Padre”. Este acontecimiento, la “pérdida” de Jesús, no entra en la comprensión de los discípulos porque, aunque Jesús les había preparado para esta situación, todavía no entendían que todo terminara con la muerte del Señor.

En esta atmósfera de recogimiento interior, de nostalgia por los acontecimientos vividos y de ciertas dudas ante un futuro incierto, El Señor les inculca el mandamiento del amor: “Les doy un mandato nuevo, que se amen unos a otros como yo los he amado” (Jn. 14, 34). Esta es la razón de ser al reflexionar en esta Eucaristía Pascual, tiempo de resurrección, un acontecimiento que hace referencia a los momentos previos de la muerte del Señor. Jesús, el Señor, en su testamento, pocas horas antes de morir no deja normas, ni leyes, ni pautas de apostolado sino que nos ofrece el amor como único fundamento de su Evangelio salvador. Amar como el Señor nos amó es encontrar en nosotros mismos la misma fuente de amor que le llevó a entregar su vida por los hombres. La alegría de la pascua se identifica plenamente con el mandamiento del amor. La seña de identidad plena de nuestro ser y actuar como cristianos será el fomento de la fraternidad y de la caridad. El amor convierte a la tierra en la morada de Dios y, si la resurrección del Señor es, sobre todo, anticipar la vida sobrenatural en nuestro mundo presente, al amor será la clave de esa manifestación de la presencia de Dios en nuestra propia existencia como garantía de encuentro definitivo con el Dios-Amor en la eternidad.

Tendremos que hacer de nuestra vida gestos de amor para encarnar y hacer realidad en el mundo la presencia de Dios-Amor que nos motiva a vivir en estado permanente de unidad, comprensión, aceptación, tolerancia, fraternidad. El que se aventure a seguir el camino de Jesús y se decida a seguir el estilo de su vida, descubrirá que sólo el amor hace que merezca ser vivida a plenitud y también, sólo desde el amor, es posible experimentar un proyecto optimista y esperanzador que nos haga sentir, en cada momento, la ilusión y la alegría de vivir.

El amor tiene distintas manifestaciones, todas ellas muy válidas cuando están orientadas con clave evangélica. La tolerancia, la solidaridad, la aceptación mutua, la corresponsabilidad, el espíritu de servicio y entrega serán algunas formas de expresar el amor que, ya desde la fe, se inspira en el ejemplo trinitario y en descubrir el amor de Cristo que resume todo su testamento evangélico en “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo” (Mt. 22, 37-38).

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