Queridos amigos, reciban mi cordial saludo. Dios los bendiga en este 4to. Domingo de cuaresma, “Día del Señor”.
Este domingo nos prepara con más intensidad para celebrar la semana santa, “la Pascua del Señor”. Es el domingo que se llama “domingo de “laetare”, (palabra latina), que significa “alegría” y así empieza la primera antífona de la misa: “Alégrate, Jerusalén, …regocíjense los que estuvieron tristes para que exulten”.
A pesar de los pecados e infidelidades del pueblo, se anuncia el amor misericordioso de Dios, amor que es gratuito, y que es manifestado en Jesucristo, para que todos creyendo en él, “tengan vida eterna”.
La primera lectura del segundo libro de las Crónicas (2Cro.36,14-23) es una relectura de la vida por las infidelidades, idolatrías y rechazo a los mensajeros del Señor, que tuvo su desenlace en el destierro a Babilonia.
En este contexto, Dios, tomó la iniciativa de transmitir el mensaje de gozo, de volver a Jerusalén y para ello se valió del rey Ciro.
Volver a Jerusalén era reiniciar el camino de la fidelidad a Dios, de respetar su Alianza.
El salmo 136, nos narra la nostalgia se Dios, de su templo, en tierra extranjera cuando padeció el destierro: “que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén, en la cumbre de mis alegrías”.
La segunda lectura es del apóstol Pablo a los Efesios (Ef.2,4-10), proclama la verdad que es causa de alegría y esperanza: “Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo…”
Es un amor gratuito con el que Dios nos ama, por encima de nuestras obras.
El evangelio es de Juan (Jn.3,14-21), que concluye el encuentro de Nicodemo con Jesús, Jesús manifesta su misión e identidad, revela que no ha venido para condenar, sino para dar vida eterna. Y usa la comparación con la serpiente de bronce que fue puesta en lo alto, en el camino del desierto, para que los que eran mordidos por serpientes, mirando en alto la serpiente de bronce, quedaran sanos (Números, 21,8-9). Ahora Cristo será colocado en lo alto de un madero, símbolo de muerte y de vida. Quien “mire” no sólo quedará sano, sino que “creyendo”, tendrá “vida eterna”, porque en Cristo nos viene el amor misericordioso de Dios y nos viene la salvación.
La fe en Cristo es necesaria, y la decisión de cada persona es responsable de la orientación de su vida. Ha de saber escoger el bien (la luz, la verdad), o puede escoger el mal (preferir las tinieblas del mal).
Mirando al crucificado en lo alto de la cruz, Cristo nos dio la vida misma “exhalo” su Espíritu. Y por eso en estos días de preparación de la semana santa, será bueno preguntarnos: ¿me acerco a Dios, busco su Luz, su Verdad, su Amor, soy capaz de dar mi vida a él…? ¿ prefiero la oscuridad del pecado, creo más en el poder de lo mundano que en Dios,…?
Que Dios nos bendiga y así podamos hacer una buena decisión frente al amor de Dios.
Los tengo en mi oración y cariño y en la misa que celebraré hoy.
Sigamos unidos en oración invocando el auxilio maternal de la Virgen María.
Oh María sin pecado concebida. Ruega por nosotros que recurrimos a ti.

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