Queridos hermanos: Hemos llegado al último domingo de este Tiempo Ordinario y hoy celebramos la fiesta de Jesucristo Rey del universo. Es un domingo para ponernos a pensar en la majestad del Señor y ponernos a pensar en aquellos reyezuelos del dinero, del poder, del conformismo que hacen de nuestra vida una incoherencia total.

El Evangelio de este domingo nos pone ante la imagen del Gran Rey, en el día final y nos ponemos a preguntar cómo llegaremos a ese gran día. Ese es el día en el que el Señor nos pedirá los frutos que hemos producido en la tierra, nos pedirá cuentas de nuestros talentos, de nuestras virtudes, pero en función de qué, en función de lo que Vicente de Paúl pudo contemplar desde las bienaventuranzas y de este gran momento que nos presenta el evangelio: cuando lo hicieron con uno de estos mis humildes hermanos conmigo lo hicieron. Preguntémonos pues queridos hermanos, ¿Quiénes son esos pequeños de nuestro tiempo? Vicente de Paúl los descubrió en su tiempo, ahora nos toca seguir mirando los signos de los tiempos para poder hacer vivo y real nuestro carisma y no solo nuestro carisma, sino nuestra vocación de ser cristianos.

Nuestros hermanos los pequeños son aquellos oprimidos, desvalidos, enfermos encarcelados injustamente, aquellos que han salido de sus tierras, extranjeros… y estamos llamados a escuchar el clamor del pobre que clama justicia. Debemos saber descubrir en cada día el rostro de los pobres, los pobres están siempre con nosotros, solo que a veces nos cuesta abrir los ojos para poder reconocer en ellos, el rostro de Cristo, en los humildes y pequeños de quien el Señor nos pedirá cuenta, con cuánto amor los hemos servido. Preguntémonos si hemos sabido cumplir estas obras de misericordia corporales y espirituales. ¿Me dieron agua cuando tuve sed? ¿Me vistieron cuando estuve desnudo? ¿Me visitaron cuando estuve enfermo o preso? ¿Me ayudaron cuando necesitaba una ayuda? ¿Me abriste la puerta cuando fui a tocarte? Qué preguntas tan hermosas, no solo para reflexionar, sino, para ponerlas en práctica y responderlas no solo de palabras, sino con obras que nos lleven ante el Señor, así escucharemos:  vengan benditos de mi Padre heredad el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo.

Queridos hermanos, ¿acaso no queremos escuchar esta llamada del Señor ? Pero para ir, hay que conseguir la llave que abre la puerta y la llave son nuestros hermanos, los pobres; sirvámosles con el sudor de nuestra frente y con el esfuerzo de nuestros brazos, porque ellos nos llevan la delantera.

Que esta fiesta de Jesucristo rey, sea una día para seguir pensando que solo a él nos debemos y sea una semana que nos anime a seguir sirviendo con amor a nuestros amos y señores.

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