PERSEVERAR ES LA “LLAVE” DE LA SALVACIÓN

¿Buscamos a Jesús? ¿Nos dejamos encontrar por Él cada día de nuestras vidas? ¿Obro como él me pide? ¿Es Dios quien rige mi vida, mi familia, mi grupo parroquial, mi ministerio, mi trabajo, mis hijos, mi matrimonio? Una vez una pareja de esposos me dijo: “Padre, qué difícil es ser cristiano”, pero yo le contesté que “para Dios nada hay imposible”.

Sabemos que el mundo le está dando la espalda a Dios (relativismo religioso). Cuánta gente hay que vive al margen de Dios y de su gracia, al margen de la Iglesia, no acepta compromisos auténticos, no quiere mandamientos ni sacramentos, “andamos como ovejas sin pastor” (cf.Mc.6,34).

Empiezan, las lecturas de estos días a cambiar de lenguaje. De corte apocalíptico, es el estilo. Quizás esa manera de hablar nos asusta: “malvados y perversos arderán como paja” (Mal.3,19-20ª), “se alzará nación contra nación, habrá grandes terremotos” (Lc.21,5-19). Se aproxima un nuevo tiempo litúrgico, y Dios nos quiere preparar.

¿Cuánto pánico puede haber en nuestra vida? ¿Cuánto miedo a lo nuevo? ¿Me sigo cerrando a un cambio serio y permanente de mi vida? Cuando alguien nos da una mala noticia, nos sobresaltamos, pensamos que el mundo se nos acaba, pensamos que “Dios se olvidó de mí”, o que “mi vida ya no tiene sentido”. Jesús nos advierte en el evangelio de hoy que tengamos cuidado de que nadie nos engañe. ¿Y cuando Jesús nos dice “no tengan miedo”? ¿Qué pensamos? ¿Nos sobresaltamos también o nos da paz y esperanza?

Una vez, una familia me pidió que vaya para administrar la unción de los enfermos a un Señor desahuciado del cáncer. Al entrar en la casa, este Señor me dijo “Padre, esto es lo que estaba esperando”.

Cuando la Iglesia toma en serio su labor de ser portadora de esperanza, de dar testimonio del amor redentor de Jesús, a pesar de las pruebas, entonces estará haciéndole caso a Jesús: “los detendrán, los perseguirán por causa de mi nombre. Así tendrán ocasión de dar testimonio de mí”. No nos cansemos de amar a Dios y de hacer que otros le amen; no nos cansemos de bendecir a Dios de palabra y de obra, y hacer que otros lo hagan.

No nos cansemos de hablar de Dios, aunque seamos señalados con el dedo. Ganemos siempre almas para Dios. No hagamos caso a discursos que quieran sembrar miedo en nuestras vidas, cuidado. Aprendamos a discernir lo que es de Dios y lo que no es de Dios.

¿Sabes cuál es la “llave” de la salvación?: LA PERSEVERANCIA. Así termina el evangelio de hoy: “Gracias a la perseverancia, salvarán sus vidas”.

María Santísima, nuestra madre, entendió este reto de estar con el Señor y de perseverar. Ella hizo lo imposible por perseverar.

Cada vez que nos acercamos a Jesús, nuestra vida se fortalece, se vivifica, se torna siempre distinta. El mundo necesita a Dios. ¿Aceptamos ese reto?

Con mi bendición.

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