DIOS QUIERE SALVARTE, ¿LE DEJAS ESA TAREA? 

Un anciano ciego, pedía limosna por las calles de una ciudad. Muchos ya lo conocían así. Una vez vio pasar una familia completa de papá, mamá y dos hijos. Esta familia miraba un poco recelosa cómo este anciano les hacía señales para que se acerquen a él. Decían: seguro que desea que le demos dinero, pero parece insistente, vamos a ver qué sucede. Cuando se acercaron, el ciego les hizo una pregunta: ¿ustedes aman a Dios? A lo que ellos contestaron que sí. El anciano les dijo: “deseo pedirles de favor que me ayuden a pedir a Dios por mi esposa que está grave en este momento en el hospital, y yo aquí pidiendo limosna para ayudarle en lo que sea, sólo eso, ayúdenme a rogar a papá Dios que la salve, yo también iré al cielo cuando ella parta de este mundo. 

Una de las cosas que puede adolecer este mundo de hoy, no sólo es la falta de fe, sino también la falta de compasión tierna por el otro. Muchas veces somos insensibles y duros con los que sufren. Queremos mirar sólo nuestra conveniencia, pensamos que tenemos “el cielo asegurado” por tantos “actos devotos” que haga para que los demás vean que “soy un buen cristiano católico”.  

El autor del libro de la sabiduría nos hace recordar cuán grande es el amor de Dios, que es capaz de “compadecerse de todos porque todo lo puede” (Sab.11,22-12,2). ¿Cuál sería la motivación de esta afirmación?: “Cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan”. ¿Acaso sólo los “buenos” necesitan del amor de Dios? ¿Acaso sólo los “ricos” materialmente hablando necesitan ser amados por Dios? ¿Acaso sólo los católicos o de otra confesión religiosa? ¿Y por qué no también los que pecan, los que no son creyentes, los que no tienen qué comer deben también tener la predilección amorosa de Dios? 

A todos el Señor, porque nos ama, nos corrige (cf.Prov.3,12), nos recuerda nuestro pecado, con el fin de convertirnos y de creer de verdad en el Señor. Su deseo es salvarnos de verdad. 

Todos estamos llamados a experimentar esa salvación de Dios. San Pablo ruega para que todos se hagan dignos a la vocación que Dios les ha llamado (2Tes.1,11-2,2). Su objetivo, es “llevar a término todo buen propósito o acción inspirada por la fe”. Advierte de un peligro que es muy latente en los tiempos actuales: “no pierdan la cabeza ni se alarmen por supuestas revelaciones como si afirmásemos que el día del Señor fuera inminente”. Los “ruidos del diablo” muchas veces nos quieren desviar de la centralidad de la salvación que es Dios mismo, cuidado. 

Zaqueo es invitado de manera amigable por Jesús para que baje del árbol con el fin de ir a su casa: “Zaqueo baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa” (Lc.19,1-10). Pero antes hizo un esfuerzo por distinguir quién era Jesús, y no dudó de subirse a un árbol. ¿Haces un esfuerzo por estar más cerca a Jesús o haces un esfuerzo por estar lejos de Él? ¿Realmente deseas experimentar su amor salvador? A veces se pudiera pensar que esa dicha de estar cerca a Jesús la “tienen los buenos” o “la gente que está todo el tiempo en Iglesia”. Cuidado que podemos estar a un millón de kilómetros de distancia de Dios, estando “en la parroquia” todos los días. El dedo acusador legalista o farisaico siempre va a existir, el fin siempre será el mismo: alejarte de Dios. Hay gente que a toda costa desea “opacar” el actuar de Dios en cualquier persona que intenta abrirse a su amor, cuidado que se está enfrentando con Dios mismo. A Jesús lo cuestionaron: “Ha entrado a hospedarse a casa de un pecador”. 

¿Qué provoca estar cerca a Dios o abrirse a su amor? Siempre habrá conversión, necesariamente la persona no va a ser la misma de “antes”. En el caso de Zaqueo, su cercanía a Jesús provocó 2 conversiones. CONVERSIÓN A LA SOLIDARIDAD: “Mira la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres”. CONVERSIÓN A LA JUSTICIA: “Si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más”. ¿Se nota realmente que eres de Jesús o no? ¿Realmente deseas la salvación de Dios? Zaqueo la experimentó gratuitamente, tuvo la dicha de tener a Jesús cerca sin importarle el dedo acusador farisaico o legalista. ¿Te “cuidas”, a manera de “escudo”, de que otros te “vean” que estás acercándote a Dios? No tengas miedo de acercarte a Él que está “tocando a la puerta” (cf.Ap.3,20) para llamarte por tu nombre. 

Aquel anciano de la historia deseaba que su esposa se salve y él también. No busques “salvaciones” donde no las hay.  

Dios quiere salvarte, ¿le dejarás esa tarea? 

Con mi bendición. 

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