FRANCO NAVARRO

Queridos hermanos, este domingo es un día perfecto para meditar juntos y reflexionar sobre el mensaje del Señor en nuestras vidas. Hoy tenemos dos momentos claves: amar a Dios y amar al prójimo.

Entonces vamos a seguir la ruta del amor en este domingo. La ruta del amor nos lleva a pensar en cuánto amor tenemos a las personas que vemos, porque si somos capaces de amar lo que vemos, lo que conocemos, lo que tenemos cerca de nosotros, seremos capaces de amar aquello que no vemos. El amor tiene que traducirse en obras concretas. Ya expresaría san Vicente de Paúl cuando dirigió un mensaje a las Hijas de la Caridad: cuantas veces vayas a ver a un pobre, otras veces te encontrarás con Dios.

Así, el mensaje de amor nos lleva a mirar nuestro interior para ver con cuánto amor estamos amando a aquellos que el Señor nos ha puesto para servirles, no es un amor del momento, no es un amor pasajero, es un amor que nos conduce a la vida eterna. El amor a Dios se convertirá en obras, pero las obras no se hacen en el vacío, se dirigen al prójimo, al que tenemos cerca de nosotros. En esta línea nos volverá a recordar Vicente de Paúl una frase muy hermosa: no me basta amar a Dios, si mi prójimo no lo ama. Es el amor que tenemos al prójimo el que nos llevará a entrar en el reino preparado para nosotros. Hay que seguir sembrando amor y construyendo amor, para que el mundo sea un lugar de paz y de fraternidad.

Amados hermanos, entonces cuando hablamos de amor, hablamos de una palabra que a veces ha perdido su significado, hay que amar hermanos aquellos que tenemos frente a nosotros, amemos con ternura a nuestros hijos, a nuestra esposa, a nuestros padres, a nuestros amigos. Nosotros, los consagrados, amemos a nuestros hermanos de comunidad, porque en ellos también está reflejado el rostro misericordioso del Padre, así el amor será capaz de vencer al odio, al rencor, al egoísmo, a la falta de calidad, el amor lo puede todo. Pensemos en el amor de Dios y cómo es el amor de Dios, el amor de Dios es ternura y paz, pero también es entrega, generosidad y sacrificio, tanto amó al mundo que entregó a su Hijo muy amado.

Entonces, para esta semana nos podemos llevar una tarea: hay que amar a Dios y al prójimo al que vemos y al que no lo vemos, pero hay que amar sabiendo que nuestro amor será correspondido en lo alto. No es un amor para desechar ternura, es un amor para saber estar con el otro, vivir con el otro, sufrir con el otro, porque al que mucho se le ama, mucho se le perdona. Amémonos sabiendo que el hermano puede ser la llave para entrar al Reino de los Cielos. Que nuestro amor, nuestra sinceridad, se convierta en buenas obras y que la Caridad con el prójimo, sea el reflejo de la gloria del Padre y la sencillez de nuestro corazón nos encamine a mirar a Dios en cada hermano.

Hermanos, no nos olvidemos de seguir rezando en nuestras familias por las vocaciones, téngannos presente cada día, y rueguen sin cesar para que el Señor siga enviando muchos jóvenes.

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