EL CENTRO DE LA VIDA DEL DISCÍPULO ES JESÚS

Matías es un joven que sintió el llamado de Dios para ser misionero, buscaba cómo tener una respuesta “de parte de Jesús” como Él decía. Le invitaron a un encuentro de jóvenes misioneros, era como una especie de Congreso Juvenil, él estaba en su mundo. Había muchos jóvenes como él, cantaban, gritaban, bailaban los cantos de ese encuentro. Uno de los jóvenes ponentes les hizo esta pregunta en plena charla: “¿Cuántos de ustedes son valientes?”, a lo que todos literalmente levantaron sus manos. Lanzó otra pregunta: “¿cuántos de ustedes aman a Jesús?”, como en el caso anterior, todos levantaron sus manos. Entonces aquí, en este encuentro hay: “JÓVENES VALIENTES QUE AMAN A JESÚS”. Pasaron los días, y de pronto Matías, recibió una invitación para ir a un retiro espiritual para jóvenes donde descubrirían y/o madurarían su vocación a la que Dios les llama. Al final de este retiro espiritual Matías dijo: “Quiero entrar en el seminario para ser misionero valiente que se la juega por Jesús”. El día que le tocó viajar para ingresar al seminario, toda su familia estaba llorando porque salía de casa por primera vez. De pronto su hermano pequeño, a quien le llamaban “Sambo”, de 6 años de edad se echó a sus pies y se abrazó de sus piernas diciéndole: “Matías por favor no te vayas”. Él contestó: “¿tú quieres que sea feliz?”. Y este contestó: “si hermano, aunque me cuesta, sí quiero que seas feliz”. Matías sólo respondió: “Entonces déjame ser feliz con Jesús”.

El autor del libro de la sabiduría nos ubica en cómo estamos de cara al Señor en el caminar de cada día: “¿Qué hombre conoce los proyectos de Dios? ¿Quién comprende lo que Dios quiere?” (Sab.9,13-18). ¿Cuántos de nosotros conocemos lo que de verdad Dios quiere para nosotros? Muchas veces procedemos en la vida sin discernir lo que queremos, sin tener la sabiduría adecuada. Por eso que mucha gente anda como un barco sin brújula, o simplemente se deja llevar por “la corriente del momento” sin pararse a pensar en lo que realmente le pueda hacer feliz y libre para siempre. El trabajo o la profesión que tienes, los estudios que has realizado, ¿realmente te hace feliz? ¿Habrás escogido realmente bien o no? ¿Estarás en el camino correcto o no? Cuánta gente se siente frustrada porque no supo tomar decisiones a tiempo.

Mucha gente siguió a Jesús, según nos cuenta Lucas en su evangelio hoy (Lc.14,25-33). Él aprovechó en dar a conocer lo que realmente es importante para seguirle con radicalidad: “Si alguno viene a mí y no me ama más que a su padre, y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío”. Mi vida la debe marcar siempre Jesús, ya que sin Él nada tiene sentido (cf.Jn.15,5). Si afianzo mi vida de relación con Él, entonces todo se tornará siempre distinto y esperanzador, como Matías que entendió, desde el aspecto misionero, que sin Jesús su vida misionera no tiene sentido. Supo poner bien los cimientos, no se dejó llevar por la emoción ya que esta es siempre pasajera, aunque pudiera revestirse de cosas bonitas. No dudó en seguir a Jesús de verdad.

¿Soy capaz de renunciar a mis apegos, egoísmo, soberbia, prejuicios, miedos, vanidad, para seguir, servir, amar y proclamar a Jesús o no? ¿Por qué hoy en día mucha gente no se interesa por Dios? No busquemos seguridades en donde no las hay, no busquemos la salvación fuera de Dios mismo. Benedicto XVI en Colonia, Alemania, se atrevió a decir a millones de Jóvenes de todo el mundo: “Queridos jóvenes, en el mundo hay muchas ofertas de salvación, pero la única oferta que nos hace felices es Jesús, no hay otro como Él”.

Hoy Jesús es más que claro y radical: “el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”. ¿Quieres ser de verdad discípulo de Jesús valiente, como Matías? Ya sabemos qué hacer. Desechemos de nuestra vida aquello que no nos hace felices. Dejémonos siempre sorprender por el Maestro de Maestros que es Jesús.

El centro de la vida del discípulo siempre será Jesús.

Con mi bendición:

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