Conducidos por Jesús aprendemos que debemos escucharlo.                                                                                                                               

El evangelio de este domingo nos hace saber que Jesús tomo a Pedro, Juan y Santiago y subió con ellos la montaña para orar.  

Subir la montaña siempre supone esfuerzo y pericia para hacerlo, es decir Jesús conduce a los discípulos y cuando ellos se dejan conducir aprenden que deben escucharlo ya que es el Hijo muy amado del Padre, su predilecto. Y quién escucha al Hijo llega a conocer la voluntad del Padre y conociendo su voluntad sabe que debe cumplirla.                                                                                                                 

 Esto nos hace recordar que el domingo pasado el evangelio nos presentaba a Jesús siendo conducido por el Espíritu Santo a través del desierto, mientras era tentado por el diablo.  

Aprendíamos que quien se deja conducir por el Espíritu Santo no cae en tentación y hoy aprendemos que si nos dejamos conducir por el Señor Jesús podremos verlo transfigurado y lo que es mejor como dice el apóstol seremos transformados por Él. El Dios en el que hemos creído.                                                                                                                                   

No podemos dejar pasar el hecho que tanto en la primera lectura de este domingo como la del domingo pasado nos ayudan a recordar o caer en cuenta que el Dios en el que hemos creído es un Dios amigable, cercano, dialogante (oración), “tomo a Abran y lo condujo afuera y le dijo mira el cielo y cuenta las estrellas, si puedes”  pues así será tu descendencia.                                                                                                                           

Abran le creyó al Señor, y este le hizo la promesa de darle en herencia una tierra. Una tierra que mana leche y miel, nos recordaba la lectura del domingo pasado, es la tierra que les dio el señor.  

El Señor que escucha, mira, se interesa por la suerte de los que sufren. No es como los ídolos que tienen oídos, pero no escuchan, tienen ojos, pero no ven… es el Dios, qué estando su pueblo esclavo en Egipto, los libero con brazo fuerte y mano extendida.                                                      El Dios en el que hemos creído es solidario, misericordioso con nosotros, por lo tanto, no es un Dios lejano e indiferente de la historia de los hombres, sino que se involucra con nuestra suerte. 

 QUE NUESTRO CAMINAR CUARESMAL, QUE NOS CONDUCE HACIA LA PASCUA DEL SEÑOR, SE HAGA LLEVADERO YA QUE VAMOS ACOMPAÑADOS DE AQUEL QUE NOS SALVA.  

 BENDICIONES HERMANOS Y HERMANAS. 

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