DIOS ES FAMILIA DE AMOR

Cuenta una historia. Hubo una vez que un sacerdote organizó una misión en su parroquia. La misión consistía en tocar cada puerta, llevar un papelito que un lado decía: “Dios te ama” y en el otro lado estaban escritos los servicios parroquiales. Era de noche, y empezó a llover tan fuerte que aquel sacerdote tuvo que suspender momentáneamente la misión. Un niño de 12 años aproximadamente sentía en su corazón salir, a pesar de las inclemencias del frío y la lluvia. Después de tantos intentos, y con permiso de sus propios padres, el niño salió a esa “misión del cielo”. Tocaba una y otra puerta, y cumplía con esa misión. Cuando le abrían la puerta, este niño miraba directo a los ojos de aquella persona que abría su puerta, y decía: “Dios te ama”; le daba el papel y se retiraba a otra casa. Los demás misioneros pudieron acompañarle, además el clima empezó a mejorar. Al niño le quedaba sólo un papelito. Toca la puerta de aquella última casa, nadie contestaba; una y otra vez hacía lo mismo. Sintió que debía retirarse, pero una voz le dijo: “toca otra vez”. Cuando hizo caso de esa voz, todo tan fuerte que una señora del 2° piso de esa casa bajó tan furiosa que quería pelearse con la persona que le estaba interrumpiendo “sus quehaceres”.

Abre la puerta y se encuentra con la mirada tierna de aquel niño, que le decía: “Señora, Dios te ama”. Al día siguiente de aquella misión, en la misa dominical el Sacerdote preguntó qué había significado para todos los fieles esta pequeña misión. La señora de aquella casa estaba en esa misa, toma la palabra y dijo: “Yo estaba en el 2° piso de mi casa y me disponía a colocar una soga gruesa en una viga del techo de mi casa, y me la estaba colocando al cuello porque quería matarme y este niño que ven aquí, en medio de ustedes me dijo “Dios te ama”, y él me salvó la vida, y ahora estoy aquí para contarlo”.

Nunca estamos solos. Jesús cumplió su promesa: “Me voy, pero no les dejaré solos”, “les enviaré mi Espíritu”. Él ha prometido no dejarnos (Mt.28,20). Hoy Celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad. Sabemos de nuestra doctrina: el Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios; tres personas y un solo Dios verdadero.

Dios es familia de Amor. El mundo está dividido, no tiene amor, no vive en paz, las relaciones fraternas se rompen fácilmente porque no hay entendimiento, varios matrimonios se rompen porque dicen “que ya no se quieren”, varios hijos se van de casa porque “nadie les comprende”, hay mucha gente que no le cree a Dios y vive de espaldas a Él…y la lista es larga.

Cuántas veces Dios pasa por delante nuestro, como Moisés (Ex.34,4b-6.8-9) y no nos damos cuenta. Si él pasa por nuestra vida, ¿cuál debería ser nuestra actitud?: “Moisés al momento, se inclinó a tierra y se postró”. ¿A quién le rindes culto últimamente? ¿Realmente es a Dios? ¿A quién doblo mis rodillas? Habrá que recordar que nuestra vida le pertenece a Dios, qué pena sería apartarnos de él tanto tiempo. Él se merece lo mejor.

Buscar la santidad es el pedido de Jesús (cf.Mt.5,48), y este domingo San Pablo hace recordar ese llamado de Dios: “Busquen la perfección”. ¿Cuál es el objetivo de buscar la perfección? Que Dios nunca nos deja, que siempre camina con nosotros y nos da su paz (2Cor.13,11-13). En esta solemnidad no deberíamos descuidar esta invitación.

Dios nos quiere tanto, que nos regala su salvación, su amor (cf.Jn.3,16-18). Tiene sentido nuestra vida en él que todo lo puede y todo lo hace bien. Lo triste es: estar sin Dios, caminar sin Dios, vivir sin Dios y morir sin Dios. Hay tanta armonía en las 3 divinas personas que su amor sobrepasa todo. Cuando una persona está llena de Dios, puede dar a Dios a los demás (“todos quedaron llenos de Espíritu Santo”, Hch.2,4 nos decía las lecturas en la fiesta de Pentecostés).

Las relaciones fraternas se mejorarán cuando le miramos a Él, cuando le busquemos a Él, cuando dependamos de Él. Dios quiere tocar nuestra puerta, la puerta de nuestra casa (cf.Apoc.3,20) como aquel niño de la historia, para sacarnos de las tinieblas, y así nuestra vida sea una alabanza para Dios que se merece toda gloria. Que Dios Padre te abrace, Amén. Que Dios Hijo te ame incansablemente desde la cruz y el sagrario, Amén. Que el Espíritu Santo fortalezca tu vida, la pacifique para que te dé fuerza de anunciar el amor salvador de Dios, Amén. Y recuerda: nunca estamos solos. Dios Uno y Trino nos ama de verdad.

Con mi bendición.

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