Transcurridos los días de la Pascua llegamos al final de este tiempo dentro del año litúrgico con la celebración de esta fiesta solemne que nos ayuda a tener siempre presente que la promesa hecha por el Señor Jesús de enviar el Espíritu Santo desde el Padre a sus discípulos tiene cumplimiento transcurridos cincuenta días después de haber celebrado la Pascua Judía, de allí que en este día celebraban la fiesta de Pentecostés, se daba inicio al tiempo de cosecha y era tiempo de agradecer a Dios por los frutos cosechados y muchos judíos venidos de diferentes lugares se habían congregado en Jerusalén y estaban celebrando la fiesta de las Chozas, llamada así porque las familias se trasladaban a sus campos y empezaban a vivir en chozas mientras durase el tiempo de cosecha, quienes al oír aquel ruido que en la primera lectura se dice “De repente vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa” y entonces ellos se congregaron en el lugar de donde había provenido aquel ruido y donde estaban reunidos los creyentes a quienes escucharon hablar de las maravillas de Dios.
Lo ocurrido ese día en aquel lugar donde los discípulos estaban reunidos el escritor sagrado lo describe con una imagen “vieron entonces aparecer unas lenguas, como de fuego, que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos” y es que la imagen del fuego sirve para expresar la presencia y el actuar de Dios en medio de los reunidos, sobre quienes se van deteniendo como “…UNAS LENGUAS COMO DE FUEGO…”.
Si recordamos el acontecimiento en el monte Horeb vivido por Moisés, cuando pastoreaba las ovejas de su suegro Jetró, también es el fuego quien indica una presencia, la presencia o manifestación de Dios.
Si recordamos la partida del profeta Elías también será el fuego, la imagen que expresará el actuar de Dios, “…fue arrebatado en un carro de fuego…”.
Es decir, cuando el escritor sagrado describe la escena, que siguió a aquel ruido tan grande, es que vieron aparecer unas lenguas, como de fuego, que se repartieron y posaron sobre todos los presentes.
Es decir, la manifestación y el actuar de Dios en este caso, es en favor de todos los presentes expresado en la imagen de “unas lenguas de fuego” que se van posando sobre todos los presentes.
El Evangelio que se proclama en esta fiesta solemne nos recuerda lo acontecido aquel atardecer, el primer día de la semana después de la Resurrección, de cómo el Señor Jesús va al encuentro de sus discípulos, que se encuentran reunidos en aquella casa, “con las puertas cerradas por miedo a los judíos” y les da muestras de que realmente es Él y que ha resucitado, para lo cual les muestra las manos y el costado después de desearles la paz.
Este encuentro que el Señor hace posible al ir al encuentro de los suyos provoca en ellos una alegría que dura para siempre.
Una alegría que debemos compartir con todos a partir del mandato del Señor “como el Padre me ha enviado así también los envió yo”, mandato que debemos realizar ya que también nosotros hemos recibido ese Espíritu Santo que el Señor sopla sobre los suyos.
Como entender este último mandato, “…a quienes ustedes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos”.
Tal vez ayude a comprender este mandato recordando aquella frase de la oración del Padrenuestro “…y perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden…” recordando esta frase podemos comprender mejor de que se trata.
Si perdonamos desatamos de su pecado a aquel que nos ofendió, pero si no perdonamos dejamos atado a su pecado a aquel que nos ofendió, pero en el mismo instante en que tomamos la decisión de no perdonar nosotros nos atamos al no perdonado y nos quedamos ahí atados a nuestro pecado, el por la ofensa cometida y yo por no seguir las enseñanzas del Señor “pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen. Así serán dignos hijos de su Padre del cielo”.
El perdón se otorga al ofensor no porque se lo merezca sino porque al hacerlo me libera de sentimientos negativos, cólera, deseos de venganza, odio, dolor, rencor, que si los retenemos terminan por envenenar nuestra vida.
FAMILIARES Y AMIGOS, PARA TODOS USTEDES, MI DESEO DE UNA FELIZ FIESTA SOLEMNE DE PENTECOSTÉS.
QUE SEA EL ESPÍRITU SANTO QUIEN GUIE SIEMPRE NUESTRA VIDA DE CREYENTES.