En la fiesta solemne de Pentecostés el Evangelio que se proclama nos presenta lo acontecido en Jerusalén aquel día primero de la semana, después del acontecimiento de la Resurrección, y en el relato se nos recuerda cómo el Señor Jesús va al encuentro de sus discípulos, que se encuentran reunidos y les da muestras de que realmente es Él y que ha resucitado, para lo cual les muestra las manos y el costado después de desearles la paz.
Este encuentro con los discípulos que tiene el Señor Jesús resucitado es posible porque el señor resucitado va al encuentro de los suyos y este encuentro provoca en los discípulos una alegría que dura para siempre.
Una alegría que debe ser compartida con todos a partir del mandato del Señor “como el Padre me ha enviado así también los envió yo”, mandato que se debe seguir realizando ya que también nosotros hemos recibido ese Espíritu Santo que el Señor sopla sobre los suyos.
Luego de otorgarles a sus discípulos el Espíritu Santo les da una tarea que deben realizar en favor de los demás y esta es “…a quienes ustedes les perdonen los pecados, les quedan perdonados”. ¿Cómo podemos entender esta frase?, tal vez nos ayude el recordar aquella frase de la oración del Padrenuestro “…y perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden…” al hacerlo podemos comprender mejor de que se trata esta tarea de perdonar.
Si perdonamos al hermano de su ofensa, desatamos de su pecado al hermano que nos ofendió, ; El perdón se otorga al ofensor no porque el ofensor se lo merezca, sino, porque al hacerlo nos liberamos de sentimientos negativos, cólera, deseos de venganza, odio, dolor, rencor,
Hay una segunda parte en este mandato del Señor “…y a quienes se los retengan, les quedan retenidos” esta segunda parte del mandato debemos tener en cuenta ya que sino perdonamos al hermano de su pecado lo dejamos atado a su pecado al hermano que nos ofendió, pero lo que debemos tener presente es que en el mismo instante en que tomamos la decisión de no perdonar, nosotros nos atamos en el pecado al hermano que nos ofendió, ya que al negarle el perdón, entonces nos quedamos ahí atados a nuestro pecado, por no seguir las enseñanzas del Señor “pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen. Así serán dignos hijos de su Padre del cielo”.
y si no perdonamos, si les retenemos en su pecado, estos sentimientos negativos, tales como el resentimiento, el rencor, el odio y otros más se van apropiando de nuestro corazón y terminan por envenenar nuestra propia vida.

PARA TODOS USTEDES MI DESEO DE UNA FELIZ FIESTA SOLEMNE DE PENTECOSTÉS.
QUE EL ESPÍRITU SANTO NOS GUIE SIEMPRE EN NUESTRA VIDA DE CREYENTES.

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