Queridos amigos
¿Página de un periódico sensacionalista?, es lo que parece el evangelio de este domingo (Lc 13, 1-9), por los dos trágicos acontecimientos que relata: la matanza por los romanos y en el mismo templo de unos peregrinos galileos, y la muerte inesperada de 18 judíos, aplastados por la caída de la llamada Torre de Siloé, mientras probablemente descansaban a su sombra. ¿Castigo de Dios? Tal era la creencia popular en el caso de enfermedades y de muertes súbitas y violentas: un castigo por los pecados personales… Ante la gente que acusa y condena, el comentario de Jesús es terminante y aleccionador. Al final, sus enseñanzas van a concretarse en lo que el evangelio llama la parábola de la higuera que no da frutos (Lc 13, 6-9). Veamos antes algunas de esas enseñanzas.
Ante todo que Dios no castiga en esta vida. ¿¡Castigo, por qué!? , viene a decir Jesús. Muy probablemente ustedes son más pecadores que ellos y aquí están… Hasta suena molesto, pues va contra la esencia de lo que Dios es y la Escritura dice: que es compasivo y misericordioso (2 Cr 30,9; Sal 103, 8-10); que no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva (Ez 18,23). Desde su propia experiencia, pudo haberles añadido: cuando Dios quiso castigar al hombre, envió a su propio Hijo, hecho hombre en mí, a quien hizo maldición por nosotros (Gal 3,13). Puede ciertamente enviarnos algunas pruebas a modo de llamadas de atención y de retos o desafíos, pero nunca castigos que acaben con nosotros (Mt 13, 28-30).
Aprender a leer las cosas que nos pasan y sacar conclusiones para nuestra vida, es la otra buena enseñanza que nos da Jesús. Enseñanza práctica, pues nos la da a partir de los acontecimientos que tienen conmocionada a la gente. Primero en el plano existencial (social, político, laboral) de sus vidas. Estén alertas, les dice, cambien, pues si no ustedes acabarán como ellos. Luego, en el plano religioso y escatológico (la otra vida), su llamada de atención es repetitiva y apremiante. Todos los hombres estamos sujetos a la muerte y al juicio ulterior, a no ser que nos arrepintamos.
Tal es el contexto de la parábola de la higuera estéril, con la que Lucas termina el relato. Por favor, léanla, pues es hermosa y decidora. Veamos estas tres cosas: 1. Ustedes y yo somos esa higuera, de la que Dios y la gente tienen derecho a esperar frutos… 2. Se nos venció el plazo y no podemos seguir ocupando el sitio inútilmente, o sólo para lucir nuestro ramaje. 3. Hay alguien (Jesucristo, la iglesia, la abuelita rezadora), que abogan por nosotros, para que se nos dé una nueva oportunidad…