En la celebración de la solemnidad del CORPUS CHRISTI, los creyentes somos invitados por la santa Madre Iglesia a contemplar el misterio de nuestra fe para profundizar en su contenido, en su significado y reconocer la presencia real sacramental de Nuestro Señor Jesucristo en el santísimo sacramento del altar y para hacerlo tenemos la palabra de Dios que ilumina nuestra fe.
La razón para que se instituyera esta fiesta solemne, fue para reafirmar la presencia real y sacramental del señor Jesús en el santísimo sacramento del altar, que algunos ponían en duda.
El evangelio nos presenta al señor Jesús dando de comer a la gente, nadie se queda con hambre, todos son saciados e incluso sobra para los que vengan después y para que esto suceda se nota que necesitó de la colaboración de todos. De la gente que hace lo que el señor pide, sentándose, de los doce que sirven a la gente lo que el señor les da para repartir.
Pidamos al señor que nos conceda la gracia de saber bendecir, “hablar bien de…” ya que participamos del sacerdocio de nuestro Señor Jesucristo, que nos conceda el anunciar su amor misericordioso en favor de todos que nos ha manifestado en su Hijo muerto en la cruz para salvarnos y por último que nos conceda el colaborar con Él en todo lo que nos necesite, especialmente siendo misericordiosos unos con otros.
En la segunda lectura San Pablo escribiendo a los creyentes de Corinto les señala: “por eso cada vez que comen de este pan y beben de este cáliz, anuncian la muerte del señor hasta que vuelva”.
¿PERO QUÉ SIGNIFICA ESE ANUNCIO? Tal vez para comprenderlo tendremos que recordar la razón por la que el Señor se hace obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Muere en la cruz por amor a todos y para alcanzar a todos el perdón de los pecados, es decir se hace misericordia de Dios en favor nuestro. Además recordemos que por amor a todos, el Padre del cielo envió a su hijo para salvarnos.
Anunciar la muerte del Señor hasta que vuelva, es anunciar el amor del Padre y del Hijo en favor nuestro expresado en el perdón de los pecados, la salvación y vida eterna a la que todos estamos invitados a participar.