El relato del evangelio de este domingo se sitúa dentro de la última cena que el Señor Jesús celebró con sus discípulos, después de haberles lavado los pies y haberles ayudado a comprender que así como Él se ha hecho el servidor de todos ellos también deben hacerse servidores unos de otros.
El suceso que es relatado acontece después de haber terminado la cena pascual, por eso empieza el relato presentándonos a Judas Iscariote saliendo del cenáculo.
Es en este momento en que el Señor Jesús habla primero de su glorificación que ya está cerca y que aquel que lo va a glorificar es Dios mismo y la razón para ello es que Él ha glorificado a Dios haciéndose obediente en todo a su Padre, y obediente hasta la muerte y muerte en Cruz.
De allí que el Señor Jesús les dice a sus discípulos “HIJOS MÍOS, ME QUEDA POCO PARA ESTAR CON USTEDES”, son palabras que tienen sabor a despedida.
Y dentro de esta despedida el señor Jesús pasa a decir a sus discípulos: “LES DOY UN MANDAMIENTO NUEVO: QUE SE AMEN UNOS A OTROS, COMO YO LOS HE AMADO, ÁMENSE TAMBIÉN ENTRE USTEDES” la medida para amarnos unos a otros es amarnos como el Señor Jesús nos ama.
Si recordamos una enseñanza del Señor Jesús donde les decía a los suyos “PERMANEZCAN EN MI AMOR… SI GUARDAN MIS MANDAMIENTOS PERMANECERÁN EN MI AMOR… ESTE ES MI MANDAMIENTO QUE SE AMEN UNOS A OTROS COMO YO LOS HE AMADO…” entonces podemos asumir que el mandamiento nuevo que da el Señor Jesús tiene que ver con el hecho de permanecer en su amor y esto se logra cuando guardamos sus mandamientos. Digo esto ya que también dijo en aquella ocasión “PERMANEZCAN EN MI AMOR, LO MISMO QUE YO HE GUARDADO LOS MANDAMIENTO DE MI PADRE HE PERMANECIDO EN SU AMOR”.
Y culmina el pasaje del evangelio presentando al Señor Jesús haciendo saber a los suyos que por el cumplimiento de este mandamiento serán reconocidos como discípulos suyos. “LA SEÑAL POR LA QUE CONOCERÁN TODOS QUE SON DISCÍPULOS MIOS SERÁ QUE SE AMAN UNOS A OTROS”. Es decir que la credibilidad que los demás den al testimonio de ser discípulos del Señor Jesús, no está en lo que se pueda decir o las obras que se pueda realizar sino más bien porque nos amamos unos a otros como Él nos ama.
Ya que según lo dicho por el señor Jesús la señal creíble de ser sus discípulos esta puesta en el amor que nos tengamos unos a otros.
Si llegásemos a excluir a alguien de nuestro amor entonces nos negamos a ser discípulos del Señor Jesús ya que Él nos ha amado a todos.
Con esta enseñanza tenemos un criterio para saber si somos o no discípulos del Señor Jesús, ya que su palabra también está dirigida para nosotros.
En este mes de mayo, en que la Iglesia expresa de una manera especial su amor a la Madre del Hijo de Dios, conviene recordar aquí aquellas palabras que la madre buena dirigió a quienes servían en la boda “Hagan lo que mi Hijo les mande”.