Queridos amigos
¿Han oído hablar de la Regla de Oro de la moral cristiana? Dice así: “traten a los demás como ustedes quieren que les traten a ustedes” Y se encuentra en Lucas 6, 27-38. Así, en positivo. Y no en negativo como la puso el filósofo y moralista M. Kant: no hagan a otros lo que no quieren que les hagan a ustedes. Está bien, pero no hacer el mal, no portarse mal, es lo mínimo que se puede esperar. Lo máximo, que enriquece y transforma la vida, es hacer el bien, hasta el extremo de “amar a los enemigos, hacer el bien a los que les odian, bendecir a los que les maldicen, orar por los que les injurian…”
¿Es esto posible? Con su ejemplo, Jesús nos mostró que sí y lo propuso como distintivo para sus discípulos. Su tarjeta de identidad. ¿Qué merito tiene saludar a quien te saluda, amar a quien te ama, dar a quien te da, hacer el bien a quien te lo hace a ti? Eso lo hacen también los pecadores, dice Jesús. Lo propio de un discípulo y seguidor Suyo, lo que le debe caracterizar, es “ser distinto” de los pecadores. Un cristiano no es uno más del montón, que hace lo que todo el mundo hace, sino alguien diferente en su buen comportamiento, al estilo del Señor.
Según san Mateo, la Regla de Oro de la Moral “encierra toda la Ley (la Torah judía) y todos los profetas” (Mt 7,12). Así lo confirmó Jesús. Por lo tanto encierra o incluye toda la Revelación, todo cuanto Dios habló al hombre y que apunta a amar al prójimo como a sí mismo. Tenerlo en alta estima y tratarlo como nos gustaría que nos traten a nosotros, es el hilo conductor que atraviesa la Biblia y la Historia de la Salvación. Jesús nos lo puso así: “…amar al prójimo como a nosotros mismos” ¿Quieren ustedes agradar a Dios y cumplir su voluntad? La respuesta es clara y terminante: “hagan a los demás lo que desearían que les hagan a ustedes”.
Decididamente la Regla de Oro de la moral humana y de la ética social es además la Regla de Oro de la Biblia en cuanto Palabra de Dios. Amemos, pues, al prójimo como nos amamos a nosotros. Entonces estaremos amando a Dios y cumpliendo sus mandamientos. Termino con este dicho de Jesús: “la medida con que ustedes midan a los demás, la usarán también con ustedes”. Dicho que debe hacernos pensar y, sobre todo, ser generosos en el amor al prójimo, usando con los demás una “medida generosa, colmada, remecida, rebosante” (Lc 6, 38)