LOS MANDAMIENTOS DE DIOS NO SON UNA CARGA

El hombre y la mujer de hoy, muchas veces quieren prescindir de los mandamientos de la ley de Dios, viven como si no existieran, como si no hubiera incluso parámetros éticos, como si Dios no existiera. Vivimos un cristianismo relativista. Nos cuesta obedecer, porque pensamos que “se coacta nuestra libertad”, porque “no me hace feliz”, etc. ¿No será que hayamos perdido el rumbo o el norte de nuestra vida? ¿Realmente estamos haciendo lo que a Dios le agrada o no?

Dios no nos coacta nuestra libertad, es más, le agrada que actuemos libremente. Lo que preocupa es lo anterior: vivir como si no hubiera mandamientos. En estos está expresada la voluntad de Dios, según el autor del libro del eclesiástico: “Si quieres guardarás los mandatos del Señor, porque es prudencia cumplir su voluntad…él conoce todas las obras del hombre; a nadie mandó pecar” (Eclo.15,16-21). El mensaje es claro, “si quieres”. Esto es más que claro. Cada uno elige cómo proceder en esta vida, cada uno elige si quiere ser feliz o no, si quiere ser de Dios o no. Me pregunto: ¿de qué lado estoy?

Nos quejamos de todo, de cómo procede este líder, este grupo, de cómo está tal o cual comunidad, de que hay muchos escándalos, injusticias, mucha corrupción, etc. Pero no nos preocupamos si de verdad estamos procediendo como Dios quiere. Dios nos conoce, y nos conoce de verdad y respeta nuestra libertad (cf.Salmo 139,1), por eso que el eclesiástico afirma: “a nadie mandó pecar”.

El creyente, el que desea seguir de verdad a Jesús, para caminar en la madurez cristiana, no debe olvidar de actuar, no con la sabiduría de este mundo, sino con la de Dios, ya que el Espíritu lo conoce todo, por eso San Pablo propone enseñar esa sabiduría: “A los que han alcanzado la madurez en su fe, les proponemos una sabiduría que no es de este mundo…El Espíritu lo explora todo, incluso las profundidades de Dios” (1Cor.2,6-10). No cuesta nada pedirle al Espíritu Santo la gracia necesaria para obrar conforme a la voluntad divina. Eso va a generar en mí una madurez cristiana a tal punto que pueda inclusive animar a otros con esta actitud.

Si enseño esa sabiduría divina, si enseño y vivo los mandamientos de Dios, entonces seré “grande”, pero mi vida no tendrá sentido si no los vivo y no los enseño con el ejemplo. Miremos el atrevimiento de Jesús cuando afirma: “El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe, será grande en el reino de los cielos” (Mt.5,17-37). Con esto me vuelvo a preguntar: ¿de qué lado estoy?

La vivencia de los mandamientos de Dios, pasa no sólo por estar “bien con Dios”, sino que eso se debe notar en mi caridad o relación fraterna con el otro, de lo contrario nada tendrá sentido. ¿Cómo debe vivirse eso? A manera de sentencia Jesús lo dice: “Si mano derecha te hace caer en pecado, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno”.

Estamos a tiempo de cambiar, de volvernos para Dios, no vaya a ser que sea demasiado tarde. Y nos recordamos que los mandamientos de la Ley de Dios no son una carga insoportable que no la podemos asumir o vivir.

Con mi bendición.

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