En esta semana quinta de Pascua el Señor Jesús aparece en el evangelio hablándoles a sus discípulos por medio de una imagen agrícola muy familiar para todos, les habla diciendo que Él es la vid verdadera y que su Padre es el viñador, encargado de cuidar que los sarmientos que están unidos al tronco den fruto abundante, pues de otro modo serán eliminados.
El pretexto para la enseñanza es que los discípulos deben estar unidos al Señor Jesús, para poder hacer lo que Él les ha enseñado de palabra y de obra. Tal como Él ha cumplido siempre la Voluntad de su Padre que está en los cielos y ha realizado todo lo que ellos le vieron hacer por el poder de Dios, así también ellos deben estar unidos a Él y dejarse hacer por el Padre que está en el cielo para que puedan dar también ellos muchos frutos como el mismo Señor Jesús los dio y de los cuales ellos, los discípulos fueron testigos.
Para esta enseñanza ya no usa la imagen pastoril que escuchábamos el domingo pasado, sino que ahora usa una imagen agrícola que se refiere a un cultivador de viñas que a su tiempo poda las plantas para que estas den el fruto.
Resalta en todo momento la necesidad que tienen los sarmientos de estar unidos al tronco para poder dar los racimos de uva que luego serán cosechados y muchos de ellos serán procesados y se convertirán en vino. De la misma manera los discípulos deben estar unidos al Señor Jesús para poder dar los frutos de las buenas obras, que no solo Dios espera, sino que todos esperan que realicen, los discípulos del Señor Jesús en bien de los demás.
Advierte el Señor Jesús, que si no lo hacen así corren el peligro de echarse a perder ya que solo junto a Dios encontraran plenitud en sus vidas, porque en compañía del Señor Jesús, siempre recordaran y encontraran las motivaciones y fuerzas necesarias para hacer el bien ya que lejos de Él “las tribulaciones, las persecuciones” hacen que se olviden de su misión; o también “las preocupaciones mundanas, la seducción de las riquezas” no les permiten dar frutos porque se ahogan en ellas. Esto que les enseña a sus discípulos también vale para nosotros ahora y por tanto la invitación a permanecer unidos a Él está vigente para nosotros.
Surge una pregunta ¿Cómo podemos estar unidos al Señor? Pues nos conviene saber como podemos hacer para permanecer unidos a Él. Pues de otro modo si no sabemos como hacerlo como vamos a permanecer unidos al Señor Jesús. Terminaríamos como sarmientos desprendidos cuyo destino es secarse para ser quemados luego. Tal vez si recordamos las primeras palabras con que inicia la segunda lectura nos pueda ayudar a mantenernos unidos al Señor: “Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras” “Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios”
Termina el Señor Jesús esta enseñanza a sus discípulos y por medio de ellos también a nosotros con una motivación para que se esfuercen ellos y también nosotros en permanecer unidos a Él “con esto recibe gloria mi Padre, en que ustedes den fruto abundante, así serán discípulos míos”.
Queda claro que los frutos que Dios espera que demos tienen que ver con las buenas obras que realizamos en favor de los demás.