EL AMOR DE DIOS VENCE AL DEDO ACUSADOR
En el último tramo de fe cuaresmal, ya a puertas de empezar la Santa Semana Santa, creo que podemos hacer siempre una evaluación de: ¿cómo hemos vivido este sagrado tiempo? ¿Lo hemos aprovechado o no? ¿Hay cosas que, quizás, me han distraído de la exigencia de una conversión permanente propio de este tiempo?
¿Alguna vez te has sentido pésimamente mal porque te han acusado de algo que no es cierto? ¿Alguna vez tú has acusado a alguien? En ambos casos, ¿cómo te has sentido? Hoy en día, hay gente que recuerda cosas malas de antaño a los demás, le gusta recordar el pecado del otro sin mirar la maldad que pueda estar llevando esa persona acusadora. ¿Nos creemos con autoridad de juzgar al otro? ¿Por qué no nos animamos a mejorar esas relaciones fraternas? ¿Crees que nada va a mejorar?
Para aquellos que no quieren perdonar, que todo el tiempo son un signo de división y de escándalo para los demás, o que les gusta mirar cómo sufre el otro por tu falta de amor y por lo malo que le recuerdas, de aquello que hizo, para que denigres su vida, escucha este mensaje de Dios a través del profeta: “No recuerden lo de antaño, no piensen en lo antiguo” (Is.43,16-21). No podemos vivir todo el tiempo de esa manera.
Dios es bueno y eternamente misericordioso, y nos invita, en esta última semana de cuaresma, a liberarnos de todo aquello que nos impide hacer su voluntad. ¿Cuál es el objetivo de por qué no recordar lo malo? El mismo Isaías nos tiene la respuesta: “voy a hacer algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notan?”.
¿Deseo que mi vida tenga un nuevo y renovado sentido? ¿Quiero, de corazón, sentirme liberado? Dejémonos tocar por Dios cada día, dejemos que Dios haga su obra de amor en cada uno. Así podremos, con el salmista de hoy cantar a los 4 vientos: “Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar; la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares”, “el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres” (Salmo 125).
El dedo acusador, no es de Dios, no es santo, eso del perverso, llámale diablo o tentador o satanás. Pero eso, nos guste o no, no es santo y hace mucho daño, ya que: denigra la dignidad de la persona, rompe relaciones fraternas, te quita la paz, se rompen matrimonios y se destruye familias y comunidades enteras. El dedo acusador está simbolizado, en el evangelio de hoy, en la acusación que hacen, delante de Jesús, los escribas y fariseos hacia la mujer pecadora: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La Ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú ¿qué dices?” (Jn.8,1-11).
Vemos cómo Jesús, desenmascara la hipocresía de ellos: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra”. El amor vence, todo lo malo. El amor vence: el odio, la cólera, los prejuicios, las malas intenciones, etc. La actitud de Jesús, para con la mujer pecadora, debería ser también la nuestra: “¿Ninguno te ha condenado? Ella contestó: ninguno Señor. Jesús le dijo: tampoco yo te condeno”. Cuánto nos cuesta acoger, como acogía Jesús; amar, como amaba Jesús; servir, como servía Jesús; perdonar, como perdonaba Jesús. Jesús le devuelve la dignidad a esa mujer. A él no le importó el legalismo farisaico, ni le dedo acusador. Lo que le importó a Jesús es hablar y actuar con misericordia. Estamos a tiempo de cambiar nuestra actitud frente a los demás. Esperamos que no sea demasiado tarde cuando nos demos cuenta que estamos en caminos equivocados.
San Pablo dirá, a manera de reto para el creyente y seguidor de Jesús: “Pónganse, pues, el vestido que conviene a los elegidos de Dios, sus santos muy queridos: la compasión tierna, la bondad, la humildad, la mansedumbre, la paciencia…” (Col.3,12-14).
Jesús es más que claro: “Vete, y en adelante no peques más”. Nos podemos quedar solamente en “yo tampoco te condeno”, pero cuánto nos cuesta pasar al “no peques más”. Eso será motivo para dejar el dedo acusador perverso, y dejar que el amor de Cristo me invada, para olvidarme de “lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante” (Filp.3,8-14).
Y nos recordamos todos que EL AMOR VENCE AL DEDO ACUSADOR.
Con mi bendición