Este domingo el evangelio nos presenta el encuentro del Señor Jesús con un maestro de la ley del grupo de los fariseos que se le acerca para hacerle una pregunta y ponerlo a prueba y cazar al Señor Jesús en alguna falta que ayude a desautorizarlo delante del pueblo que lo tiene como un profeta. La ocasión propicia la encuentran cuando se enteran que ha hecho callar a los saduceos, esos que no creen en la resurrección de los muertos.
Y para esto un experto maestro de la ley se acerca al señor Jesús y le hace una pregunta relativa a ¿Cuál es el Mandamiento principal de la Ley? Es una pregunta pueril, porque los judíos a partir de que tenían la edad suficiente, en sus familias eran educados en la ley y por lo tanto todos sabían y conocían los mandamientos y cuál era el principal y primero.
El Señor Jesús responde al maestro de la ley diciéndole “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser” pero no se detiene ahí sino que a este primer Mandamiento, une un segundo Mandamiento que dice: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” para terminar haciendo de estas dos respuestas una sola sobre la que se sostienen la Ley entera y los profetas, que es una manera de referirse a lo que nosotros conocemos como Antiguo Testamento.
Al unir los dos Mandamientos el Señor Jesús quiere recordar al maestro de la Ley y junto a él a todos lo que lo acompañan que no se puede amar a Dios, pero olvidarse de amar al prójimo.
Tal parece que tanto ayer como hoy la tentación de separar estos dos mandamientos y quedarnos solo con la primera parte aquella referida a Dios y olvidando la segunda parte aquella referida a los demás y a nosotros mismos sigue latente.
Lo digo porque, por ejemplo todos mostramos nuestra delicadeza al estar frente al santísimo sacramento del altar en la exposición del Santísimo, presencia real sacramental de nuestro Señor Jesucristo, pero cuando estamos ante la presencia de Nuestro Señor Jesucristo en la presencia de los hermanos y hermanas, especialmente en los necesitados de comida, bebida, vestido, posada, visita, nuestro trato con ellos deja mucho que desear, y nos sucede esto por qué olvidamos que en el prójimo también hay presencia real y sacramental de Nuestro Señor Jesucristo, ya que el mismo dice “lo que a ellos le hicieron a mí me lo hicieron”.
Al ir finalizando el mes del Señor de los Milagros, también el mes de las Misiones, que en esta semana se nos invita a “Suscitar vocaciones misioneras en nuestras comunidades” pidiendo al Dueño de la mies que siga llamando obreros para hacer la cosecha, demos gracias al Señor Jesús que también a nosotros nos viene a recordar que para vivir según la voluntad de Dios debemos amar a Dios pero también al prójimo como a nosotros mismos, con un amor que nos ayude a buscar nuestra salvación y la salvación de nuestros hermanos.
SALUDOS, FELICIDADES Y BENDICIONES PARA TODOS USTEDES MI FAMILIA Y AMISTADES.
QUÉ EL SEÑOR JESÚS, AL QUE NOSOTROS LO LLAMAMOS SEÑOR DE LOS MILAGROS, SIGA DERRAMANDO BENDICIONES ABUNDANTES SOBRE USTEDES Y SUS FAMILIAS…