DISPOSICIÓN PARA ACOGER LA SALVACIÓN DE DIOS

El profeta Sofonías realiza su ministerio en tiempos de la invasión asiria que llega a sitiar e imponer su autoridad también en el reino de Judá, aunque no logrará tomar Jerusalén ni conquistarla por un acto providencial. De allí, que el profeta anima al reino de Judá a manifestar su gozo inmenso porque Asiria ha abandonado el sitio de la ciudad. Este profeta como Isaías entonan las alabanzas a la Jerusalén inexpugnable, la que cuida el Señor. La historia es leída desde los ojos de la fe y esto ayuda al reino de Judá a replantearse mejor el tema de su fidelidad a Dios. Pablo está en la cárcel, probablemente en Éfeso, y recibe la ayuda de sus hermanos filipenses. Sorprende la insistencia de vivir en la alegría cuando él supuestamente esta pasando un momento duro en su vida.

Pablo exhorta a estar alegres en todo momento, como una convicción personal en el sentir y en el obrar coherentemente a su fe. Esta es la mejor forma de alcanzar la paz interior que le ayude a sobrellevar los momentos más difíciles que pueda aparecer en la vida.

Para Lucas, Juan se convierte en el primer evangelizador, pues se preocupa de que aquel rito de ablución o bautismo, deba corroborarse con un estilo de vida de acuerdo a la fe en Cristo Jesús. Sin duda, la aparición del Bautista causó gran admiración en la gente que anhelaba la venida del Mesías, lo que generó una expectativa tal que muchos se ponían en disposición de cambiar, haciendo de sus actos el mejor correlato de su esperanza. Un primer signo de ese cambio al que está llamado un discípulo del Reino es la caridad, donde no se escatima nada por ayudar al que de verdad no tiene. En un segundo momento, ante el trabajo cotidiano se exige ser justo y no aprovecharse de los demás. A un tercer grupo, representado por los sodados (romanos), se les insta a respetar a los demás asumiendo la responsabilidad de su cargo sin abusar y aceptando gratamente su sueldo. Juan sabe que su paso es transitorio y advierte que viene el Mesías que bautizará con Espíritu Santo y fuego. Esta última metáfora advierte que la venida de Cristo producirá una fuerte crisis que demandará el aquilatamiento de la fe. Para Juan, Dios viene a juzgar y a separar lo bueno de lo malo y esto es inevitable. Así se plantea el inicio de la misión, Dios entra en la historia e invita a vivir acorde a su voluntad por medio del ministerio de Jesús que está por comenzar en este evangelio. La esperanza del adviento nos dispone a escuchar atentamente qué debemos hacer. Pero no es suficiente el quehacer sino el ser. Se puede hacer muchas cosas buenas, pero si no las realizamos con alegría, se puede caer en la monotonía o simplemente a pensar que me merezco el cielo. No te olvides de la providencia divina y su actuar misterioso, liberador, que lleva a la plenitud, a un estado de alegría especial y único. Recuerda el momento del paso de Dios en tu vida, ya está cerca esa nueva sensación, ya es el momento de cantar con el salmista: “Gritad jubilosos, qué grande es en medio de ti, el Santo de Israel”.

Leave Comment