Queridos hermanos, nos seguimos dirigiendo a contemplar la gloria de Dios en los acontecimientos de la vida cristiana. El evangelio de este domingo, nos presenta una realidad que parece conducirnos a fijar la mirada en el Hijo único de Dios.
Tenemos al dueño de la viña, y ha llegado la hora de recoger los frutos que ha producido, y envía a su Hijo para recoger lo trabajado durante este tiempo. Y en esta perspectiva nos hacemos varias preguntas, ¿Qué frutos hemos producido durante este tiempo? y ahora que llega el Hijo ¿Cuál será nuestra actitud? ¿Será la misma actitud de los viñadores? No creo que nos convirtamos en unos asesinos, esa historia no se repetirá, por el contrario, nuestra actitud debe ser primero mirar si somos merecedores de poseer esta herencia que el Señor pone en nuestras manos. Si es el caso, debemos comenzar a preparar el terreno no para hacernos dueños, sino para ser merecedores gracias a un trabajo limpio, consciente, puro, no podemos hacernos la vista gorda, y creernos ya dueños de todo, si la herencia es el reino de los cielos, qué estamos esperando para seguir anunciándolo e invitando a otros hermanos para acogerlo. Creo que es la hora de ponernos la camiseta de toda la nación santa de Dios, para esperar al heredo de la viña, con los brazos abiertos.
Dejemos a un lado la herencia, el heredo, y la viña, y centrémonos ahora en los frutos que el Señor viene a recoger.
Muchos en el campo nos preocupamos por hacer de nuestras plantas, unas plantas que den el ciento por uno, y esa también es la lectura bíblica y es bueno mirar con muchas admiraciones y preocupación ¿Qué más toca hacer por mi viña que yo no la haya hecho? Si bien es cierto que hay mucho trabajo, toca concentrar todas las labores en la cosecha, debemos dar buenos frutos, pero ellos llenos de buenas obras, y aquí toca cambiar quizás la frase bíblica, es un atrevimiento que más de un biblista me pondría la soga al cuello, “muéstrame tus frutos, y yo por mis obras te mostrare lo que he producido”. Los frutos serán el reflejo si verdaderamente hemos hecho de nuestra vida una viña, bien cuidada y labrada, si el agua de la oración no se practicó, no esperemos mayor resultado, si el abono de la caridad no estuvo presente, los frutos estarán secos, pequeños, sin sabor, y con una presentación pésima que no amerita ser parte de los frutos seleccionados.
Queridos hermanos el reto entonces de esta semana es mirar primero cómo estamos abonando la tierra que el Señor nos dio para administrarla. ¿Qué elementos debemos buscar para que los frutos sean los mejores? En un segundo momento, es mirarnos si somos capaces de heredar el reino prometido. No debemos bajar la guardia, hay que ser buenos viñadores, y trabajar dentro de los límites en que nos encontremos. El Hijo que envía a recoger los frutos, nos debe encontrar en la misma actitud de las vírgenes prudentes, siempre preparados para todo lo que viene en adelante.