Julio César Villalobos Laos

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

Dar frutos de verdad

Alguna vez nos hemos preguntado: ¿por qué nuestra vida no tiene los frutos que se debe?, ¿por qué no vemos resultados buenos en casa luego de una “buena conversación”?, ¿por qué en mi grupo, comunidad, movimiento o asociación no podemos dar frutos?, ¿me preocupa o me decepciona?…

La experiencia enseña que cuando uno pone una semilla en un jardín o en un huerto, el terreno debe estar preparado, abonado, limpio de malezas, etc.

Isaías canta a los 4 vientos un canto de amor (cf.Is.5,1-7): “Mi amigo tenía una viña en fértil colina. Cavó la tierra, quitó las piedras, y plantó buenas cepas…”. Cuando me uno a Dios, todo tiene siempre un nuevo y renovado sentido; es más, se nota en nuestro diario vivir. Eso pasa cuando esta, nuestra vida, es un terreno bueno, abonado, limpio de toda maleza.

¿Qué pasa cuando conviven el trigo y la cizaña en nuestra vida?, ¿qué pasa cuando encontramos sequedad, desierto o cosas sin sentido en nuestra vida? Es que no entendimos que deberíamos estar bien cimentados (cf.Filp.1,21) en aquel que todo lo puede, por eso es que nos decepcionamos: “esperó que diese buenas uvas y dio racimos amargos?”, y el profeta se pregunta ¿por qué? ¿Qué encuentra en nuestra vida Dios luego de haber sembrado buena semilla en nuestra vida?: ¿chismes?, ¿frialdad para los sacramentos?, ¿falta de perdón?, ¿falta de una vida de oración?, ¿falta de una auténtica caridad en bien de los pobres?, ¿calumnias?, ¿falta de compromiso en la parroquia?, ¿falta de trato fraterno?…

El propietario que planta una viña, es la parábola que cuenta Jesús hoy en su evangelio (Mt.21,33-43), que tiene como auditorio a los sumos sacerdotes y a los ancianos. El dueño de la viña tiene un deseo: “recoger los frutos que le correspondían”. Envía a varios criados para recoger los frutos de esa viña, y los matan; envía al heredero y lo matan. ¿Cuánta gente buena y santa ha pasado por nuestra vida y no se nota?, ¿por nuestra comunidad y no se nota?, ¿por nuestro trabajo y tampoco se ven frutos?, ¿por nuestro barrio, taller, centro de estudios…y siempre andamos en lo mismo?…

El deseo de Dios es cada uno de nosotros, sus hijos, demos frutos y frutos de verdad, que duren. Si queremos de verdad dar frutos, tenemos que estar más unidos a Jesús, sin Él nada tiene sentido. Es claro Jesús en el evangelio: “El que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada” (Jn.15,5).

Como no todo está perdido, Pablo nos anima: “Que nada nos angustie…en cualquier situación presenten sus deseos a Dios, orando, suplicando y dando gracias” (Filp.4,6-9). Todo lo bueno hay que tenerlo en cuenta para que nuestra vida sea una buena viña que dé frutos buenos.

¿Te animas?

Con mi bendición.

P. Julio César Villalobos Laos, C.M.

Leave Comment