Este domingo la palabra de Dios en la primera lectura y el evangelio nos traen la enseñanza sobre las consecuencias que tiene la indiferencia que se tiene en relación de las necesidades de los pobres, de los que no tienen ni siquiera lo necesario para una vida digna donde las necesidades del pobre sean atendidas por aquellos que si tienen más de lo necesario.

El profeta Amós hablando de parte de Dios, a los que tienen más de lo necesario para cubrir sus propias necesidades, a los ricos cuáles serán las consecuencias que les traerá su indiferencia frente a los pobres, “ay de los que se sienten seguros…sin apenarse por la ruina de José…irán al destierro a la cabeza de los deportados, y se acabará la orgía de los libertinos”. Aquel día marcharan al destierro donde servirán como esclavos.

La enseñanza que nos trae la segunda lectura es válida también para nosotros ahora, como como lo era para el destinatario de la carta que escribe el Apóstol san Pablo, y esa enseñanza es sobre la necesidad de llevar una vida digna del nombre cristiano.
Por eso el Apóstol aconseja a Timoteo que practique:
-La justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza.
-Que pelee el buen combate de la fe.
-Que conquiste la vida eterna a la que fue llamado.
-Que guarde el mandamiento sin mancha ni reproche.
¿Hasta cuándo debe hacerse esto?
Hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, es decir durante toda la vida.

En el Evangelio el Señor Jesús hablando a los fariseos les hecha el cuento del rico y el pobre Lázaro para hacerles notar que el actuar con indiferencia frente al pobre a la larga tiene consecuencias negativas para el que actúa de esa manera. “Hijo recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males por eso encuentra consuelo, mientras que tú padeces”.
La falta del rico no es el haber disfrutado de esos bienes en vida, su falta es no haber compartido con el que no tenía ni siquiera para comer, Lázaro, que vivía “echado a la puerta y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico”.

Hermanas y hermanos pidamos a Dios, nuestro buen Padre que nos libre de la indiferencia ante las necesidades de los demás, que nos ayude a ser generosos con los que no tienen, que seamos capaces de compartir.
Que nos conceda la gracia de perseverar en la fe y que seamos capaces de llevar una vida digna del nombre cristiano.
Que el ejemplo de San Vicente de Paúl, cuya fiesta celebraremos esté martes 27, ilumine nuestro estilo de vida cristiana, ya que Él no se contentó con atender las necesidades espirituales de sus contemporáneos, sino que también se preocupó por atender las necesidades materiales, especialmente de los más pobres.

Que la misión vaya siempre unida a la caridad en nuestras vidas en favor de nuestros hermanos y hermanas más pobres.

¡FELIZ DÍA DE SAN VICENTE DE PAÚL ESTE 27 DE SETIEMBRE”.

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