Queridos hermanos, nos volvemos a encontrar, para juntos meditar el mensaje de este domingo. Este es el día en que verdaderamente todos los cristianos somos convocados para comer y beber de una sola mesa, para estar en comunión unos con otros, para vivir a plenitud nuestro ser cristiano. Sin este día no podría tener sentido nuestra vida.
Este domingo nos centraremos en la reflexión del Evangelio según San Marcos. La ley para el pueblo judío era sin duda la columna principal de toda la vida religiosa, pero esta ley era vivida exclusivamente solo como un mero cumplimiento, pura letra, sin tener necesariamente el espíritu que anima y motiva el mandato divino, una ley no puede oprimir, una ley nos hace actuar en libertad para que en esa libertad se manifieste plenamente lo que somos, porque si no, nos convertimos en unos simples repetidores de la letra, más no del espíritu que le llevó a constituir una norma divina del Señor.
Qué es más importante lo que realmente sale de nosotros o lo que entra en nosotros. Muchos podrían decir e inclinarse por alguna de las dos alternativas, pero realmente lo que le importa al cristiano, es cuanto tomando de la enseñanza de Jesucristo, hace vivificante en su vida el mensaje que el Señor transmite. De qué nos sirve a nosotros como cristianos si siempre andamos diciendo las cosas y no haciendo las cosas, ordenando y nunca actuando, mandando y nunca cumpliendo, porque quién manda también aprende a cumplir y quien cumple ha obedecido aquel a quien le ha mandado, no por una orden, sino porque quiere ser coherente con lo que dice y con lo que hace, de nada nos sirve limpiar cosas y cosas, si al final nuestra vida está teñida de telas de arañas, de mugre, de fariseísmo moderno, de sinsentido, de convertirnos en lo”sepulcros blanqueados”, por fuera flores, pero por dentro una podredumbre que lo único que hace es carcomer nuestro interior y empañar nuestro exterior. Porque quien vive desde el corazón la ley de Dios, ha aprendido a vivir en el en el Señor. La ley no nos ata, la ley nos ayuda a planificar una vida ordenada, porque se han hecho para que armonice y conduzca la vida de una comunidad.
Recordemos: quien dice amar a Dios y no ama a su prójimo es un mentiroso, del mismo modo, quien dice ir a misa, que cumple los mandamientos, que ayuna, que hace obras de caridad, pero si no es coherente en su propia familia, de nada le sirve hacer tantas cosas, si al final todo lo que ha construido lo va a destruir con su mala actitud o su mal ejemplo. Hay que caminar en la verdad, tan difícil será caminar en ella, porque quien actúa en la verdad y actúa libremente es una luz que el Señor ha depositado en ella, por lo tanto es el faro que guía a otros hermanos, pero quién no ha sido capaz de caminar en la verdad, no será capaz de caminar en la luz, porque su vida será pura tinieblas y será un llanto y rechinar de dientes, que no ha podido calar en su vida una verdadera alegría cristiana.
Queridos hermanos: que al iniciar este mes vicentino, tengamos presente y aprendamos a vivir este tiempo dedicado a la experiencia del carisma vicentino, que se enraíza en una cultura distinta, sin perder el espíritu que inspiró a San Vicente de Paúl a construir una obra que perdura. Este es el tiempo en que verdaderamente seremos testigos de lo que somos, verdaderos vicentinos seguidores de los pasos de Jesucristo servidor y evangelizador de los pobres.