SEGUIR A JESÚS EN CONFLICTO

Jeremías es quizá uno de los profetas que más sufrió por su vocación. En el momento en que la invasión babilónica amenazaba las puertas de Jerusalén, invocaba la rendición, lo que le llevó a ser considerado un traidor a su pueblo. La incomprensión que vivía por su ministerio lo llevó también a expresar vivamente su desazón ante el mismo Dios. Jeremías encarna la suerte del profeta que quiere ser fiel a su ministerio y sufre en carne propia el dolor de no ser comprendido a pesar de ser la voz de la conciencia de Israel.

En la segunda lectura, el autor de la carta a los Hebreos culmina su reflexión acerca de los ejemplos de fe en la historia de la salvación, con la exhortación viva a los seguidores de Jesús a correr con perseverancia, teniendo como ejemplo al mismo Cristo, y advirtiendo que las cosas pueden ponerse más duras e incluso hasta poder llegar a perder la vida luchando contra el pecado.

Escucharemos uno de los dichos de Jesús más controvertidos, y que, sacándolo de su contexto, puede llevar a malentendidos. La radicalidad del seguimiento de Jesús confrontará muchas veces al entorno que nos rodea, incluso al familiar. No buscamos la división de la familia o separarnos de los amigos; pero las cosas pueden ponerse difíciles cuando estos no respetan nuestra opción de seguir al Señor. Solo nos queda confiar y saber esperar. Nuestra vida coherente debe invitar a la conversión a los que no nos comprenden y hasta son capaces de ser piedra de tropiezo para nuestro itinerario de fe. María, ayúdanos a ser constantes en nuestro discipulado, e intercede para que entremos en comunión con nuestro Padre Dios.

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