Adviento: tiempo para colocarse el vestido de la gracia
Una pequeña y sencilla historia que merece la pena contarse. Hubo una familia de 4 hermanos varones. Al papá le tocó ir al hospital ya que sufría por su edad de varias cosas: problemas a la vista, a las piernas y sobre todo a las vías urinarias. Delante de la esposa, el médico sin tapujos en la lengua y sin haber hecho los análisis correspondientes le dijeron que tenía cáncer a la próstata. La esposa se desesperaba, y él (el esposo) guardaba silencio. Al llegar a casa, los hijos pusieron el grito en el cielo y se contagiaron de las lágrimas de la mamá, pero el papá seguía guardando silencio hasta que en algún momento habló y dijo: “¿de qué se preocupan?, les veo que se amargan y se ponen tristes, no debería ser así. Yo confío en Dios y eso me basta”. Luego toda la familia se puso de acuerdo para llevarle a un buen hospital y los médicos después de haberle examinado y hecho los análisis correspondientes dictaminaron que no tenía nada de nada. Que estaba sano.
Cuántas veces somos testigos de que hay gente que se deja llevar por el desánimo, por el abatimiento, también por el pecado en sus diversas manifestaciones; o cuántos de nosotros hemos caído en ello. El libro de Baruc nos va a dar la respuesta y la luz que necesita nuestra vida en este tiempo de adviento: “Despójate de tu vestido de luto y aflicción y VÍSTETE DE GALA PARA SIEMPRE…y ponte como corona la gloria del Eterno” (Baruc 5,1-9). Adviento es un tiempo para dejar de lado aquello que me impide estar cerca del señor y poder caminar para adelante. Es un tiempo para renovar la fe y fortalecerla; es tiempo de dejar el “luto” (pecado, tinieblas, etc) y vestirse “de Gala” (gracia de Dios, luz, esperanza, fe firme, alegría y ganas de vivir, etc).
Es que no podemos vivir todo el tiempo de la manera como estamos caminando. Es bueno recordar lo que Baruc dice: “Levántate, Jerusalén, sube a lo alto…Dios ha mandado que se abaje todo monte elevado y toda colina encumbrada”.
Nada más hermoso que estar con el Señor y hacerle caso siempre a Él y confiar en su misericordia. Esto es un reto permanente. Aquel papá de la historia pudo confiar en Dios, y así él mismo fue un signo de paz y esperanza para su propia familia. Escuchemos la voz de San Pablo que dirá: “Si Dios ha inaugurado entre ustedes una obra buena, la llevará a feliz término” (Filp.1, 4-6.8-11). Crecer en gracia significa: crecer en la bendición de Dios, en la fe, la confianza que podamos poner más en Dios. Es que todos necesitamos de su amor, no puedo estar como viviendo de espaldas a Dios mismo. ¿Cuál es el deseo de San Pablo para este tiempo de adviento?: “Que el amor entre ustedes siga creciendo más y más en conocimiento y sensibilidad para todo”.
Adviento es un tiempo para volver nuestra mirada a Dios, y ese fue el deseo de San Juan Bautista, que bellamente lo recoge Lucas en su evangelio: “Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo áspero se iguale” (Lc.3,1-6). Es un tiempo para convertirnos de verdad. Conversión es un cambio radical y permanente de nuestras vidas. ¿Qué cosa tengo que enderezar en mi vida, en mi familia, en mi barrio, en mi trabajo, en mi parroquia?…
¿Cómo me estoy preparando para este tiempo de adviento?, ¿hay algunas personas o cosas que me distraen de la centralidad del nacimiento de Jesús?
¿Saben cuál es la motivación de por qué en este tiempo debemos convertirnos? Según el evangelio de hoy: “Y todos verán la salvación de Dios”.
Adviento, por tanto, es un tiempo PARA COLOCARSE EL VESTIDO DE LA GRACIA.