Queridos amigos

Cómo actuar frente a los problemas de la vida y cómo comportarse en tiempos de bonanza, es lo que nos enseña el evangelio de hoy (Lc 12,13-21). Y nos lo enseña mediante dos ejemplos tan actuales hoy como en tiempos de Jesús, y que están interrelacionados. El primero es un pleito entre hermanos por causa de una herencia, pleito en el que Jesús no desea intervenir. El segundo es una parábola sobre un hacendado que se hace millonario por un golpe de suerte (una buena cosecha).

En ambos casos, el consejo de Jesús apunta a algo muy importante: es un necio quien atesora riquezas materiales para sí y no para lo que Dios espera (Lc 12, 20-21). Sin duda para el bienestar de la persona y el de su familia, pero también para ayudar y promover al prójimo en necesidad y colaborar con la sociedad y el bien común. Así atesorará bienes para el cielo, en frase de Jesús (Mt. 6:19-21)

¿Quién me ha nombrado juez o árbitro entre ustedes?, es la respuesta de Jesús a quien le pide que diga a su hermano que reparta la herencia con él. Me pregunto cómo se habrá sentido aquel hombre ante esta respuesta y cómo nos sentiríamos nosotros en una situación parecida. Lo que Jesús dijo, su actitud frente al problema, arroja luces sobre millones de casos similares. Simplemente Dios no se siente en el deber de tomar parte directa en la solución de esos casos. No es razonable que pidamos milagros para resolver las cosas que nosotros, como individuos, familia y sociedad, previniendo y esforzándonos, podemos resolver. Dios y Jesús no son  componedores de entuertos o unos “arréglalo todo”. Por algo nos hizo inteligentes, libres y señores del mundo.

Claro que hay que acudir a Dios pidiendo su ayuda, pero sólo en aquellas cosas que parecen exceder nuestras posibilidades o se trata de emergencias humanamente imprevisibles o insolubles. Para el resto y como dije, Dios nos ha dado los recursos y los talentos suficientes para realizarnos como personas y ciudadanos.

En la parábola Jesús habla del buen uso que hay hacer de la riqueza y de cómo el dinero no es lo principal en la vida. De paso da a los hermanos en pleito y al rico egoísta y hedonista, las pautas para resolver ellos mismos su problema: 1, agradecer a Dios de quien en definitiva viene todo bien; 2, huir de toda codicia, que ofende a Dios, materializa al hombre y desdice de su condición social; 3, privilegiar el ser (la vida) al tener (la vida no se compra con dinero); y 4, pensar en la levedad del tiempo y de los bienes y acumularlos para Dios en buenas obras al servicio de los pobres.

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