Tu oración sí la escucha Dios
Una pareja de esposos jóvenes, tuvieron una crisis económica muy fuerte, que a duras penas podían comer. Papás de 2 hijas de 8 y 11 años de edad. Ellas se enfermaron de los bronquios. Los padres no tenían ni para una consulta médica. Habían escuchado, en una celebración de la Santa Misa de la necesidad de orar confiando en Dios, aún en los peores momentos. Ellos, con lágrimas en los ojos se decían: “vamos a orar, ya que Dios cumple lo que promete”. Oraron por sus hijas, literalmente les pusieron sus manos en cada una de sus cabezas. Al poco rato quedaron dormidas. Luego de un par de horas se despiertan sin fastidio a su sistema respiratorio. Al día siguiente les regalaron la consulta médica, y luego de auscultar a cada una y de sacar el correspondiente rayos X, el médico les dijo sorprendido: “Sus hijas no tienen nada, creo que ustedes se equivocaron en afirmar que estaban mal de sus bronquios. Pueden irse tranquilos”.
¿Cuántos de nosotros somos capaces de fiarnos de Dios? ¿Dudo de lo que pido? ¿De verdad creo que Dios me escucha? ¿Me fío de Dios en las tristezas y alegrías?
Abrahán, personaje muy conocido por todos, aparece como personaje en el libro del Génesis, con una actitud que a todos puede sorprender: la de interceder por los pueblos de Sodoma y Gomorra. La motivación: “¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay 50 inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás al lugar por los 50 inocentes que hay en él?” (Gen.18,20-32). ¿Queremos “tocar” el corazón de Dios? Acudamos con humilde fe, a Dios y el corazón abierto para que escuche nuestro ruego, ya que “sin la fe es imposible agradar a Dios” (Hb.11,6). La respuesta de Dios no se dejó esperar: “Si encuentro en la ciudad de Sodoma 50 inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos”. ¿Qué haces cuando tus ojos físicos no ven lo que deseas ver luego de una oración hecha “con fe”? ¿Te desesperas o sigues confiando a pesar de todo? Abrahán nos enseña que sí necesitamos perseverar en la oración. Él insistió una y otra vez a Dios para que no castigue a esos pueblos. Su oración fue escuchada, ya que pudo interceder en favor de ellos (cf.Nuevo Catecismo #2635).
Nos recordamos que nuestra vida tiene sentido en Dios, y que no debemos claudicar en la fe, ya que “por el Bautismo fueron sepultados con Cristo y han resucitado con Él, porque han creído en la fuerza de Dios que lo resucitó” (Col.2,12-14). En Cristo tenemos vida, en Él está depositada nuestra esperanza. No dudemos en acudir siempre a Él que todo lo puede y todo lo hace bien. Uno de los tantos enemigos de la fe y de la oración es la duda, cuidado que eso puede ocasionar “un cáncer espiritual” y podemos estar muertos a la vida de fe.
Los discípulos querían tener una vida de oración, por eso es que le pidieron a Jesús: “Enséñanos a orar” (Lc.11,1-13). Jesús les enseña a orar el Padre Nuestro. Y para entender, aceptar y practicar la oración enseña una historia de aquel amigo que viene a la casa de su amigo y a media noche para pedir que le preste 3 panes, y que por la insistencia le da lo que pide. Eso le valió a Jesús para afirmar lo que a veces no queremos entender, o no creemos y que está puesto en labios de Jesús: “Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen y se les abrirá; porque QUIEN PIDE RECIBE; QUIEN BUSCA HALLA; Y AL QUE LLAMA SE LE ABRE”.
Orar, sabemos que es hablar con Dios, pero también es dejar que Dios me hable. Jesús nos reta a confiar, y a confiar de verdad en todo lo que pidamos con fe: “Si ustedes, pues, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre Celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?”. San Vicente de Paúl decía: “Denme un hombre de oración y será capaz de todo”. Padre Pío decía: “Ora, ten fe y no te preocupes”. Jesús, en otro evangelio dice: “Todo lo que pidan al Padre, en mi nombre se lo daré” (Jn.14,12-14).
Orar también es ponerse en manos de Dios, como un niño que corre tras los brazos de su madre.
Y recuerda: Tu oración sí la escucha Dios.
Con mi bendición.