UNIDOS AL MAESTRO PARA SERVIRLE CON AMOR

XVI Domingo del tiempo ordinario – Ciclo C

¿Cuántos somos capaces de servir? ¿No cuesta? ¿Queremos que nos sirvan? ¿Me mueve hasta las entrañas, que el otro esté necesitado o no o soy indiferente? ¿Busco excusas para servir de verdad? Tú, yo y todos asistimos muchas veces a una sociedad donde lo que puede primar es una actitud egoísta, más que una actitud de servicio. ¿En qué grupo me encuentro?

Abraham fue visitado por Dios por medio de 3 personas, y eso suscitó en él una actitud que muchos quisiéramos tenerla: “Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda, y se prosternó en tierra” (Gen.18,1-10ª). Cómo este hombre no dudó un instante en servir, puso su vida a su entera disposición, es más, pidió a Dios que no pase de largo.

Mi preocupación por el otro, que es imagen de Dios como yo (cf.Gen.1,26-27), no puede esperar. “La caridad no puede permanecer ociosa” recita San Vicente de Paúl.

¿Qué genera mi preocupación por el otro? Que no sea indiferente, que busque formas de llegar hacia esa persona, que me goce sirviendo ya que sirvo al mismo Cristo en Persona, que otros vean que sí se puede imitar a Jesús que pasó por este mundo haciendo el bien para que puedan hacerlo también, que se puede restaurar la esperanza perdida, etc. Abraham “organizó la caridad” con sus visitas, ya que: buscó comida, pidió que su familia les ayude, los animó a que recobren fuerzas para caminar adelante. ¿Cuál fue su recompensa por servir con amor y esperanza?: “Cuando vuelva a verte, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo”. Recibió una promesa llena de esperanza, ya que amor con amor se paga. Cuando sirves, ¿le crees a Dios? ¿Crees que, al servir a los demás, “se sirve a Jesucristo”?

No se sirve para agradar a los demás, se sirve para dar gloria a Dios en caridad fraterna.

Lucas, hoy en su evangelio, nos pone las dos caras de una misma moneda llamada Caridad. Jesús visita una aldea, pero “una mujer llamada Marta lo recibió en su casa” (Lc.10,38-42). Su única actitud era ACOGER O SERVIR al Maestro (1ra cara de esa moneda llamada caridad). Cuando yo me dirijo a los demás, ¿los rechazo?, ¿los acojo?, ¿busco afán de figuración cuando sirvo y acojo?, ¿busco que me aplaudan? Hoy desea, Jesús, entrar en la casa de tu vida, de tu familia, de tu matrimonio, de tu congregación, de tu comunidad, de tu grupo o asociación; ¿le aceptas como Marta y lo recibes o no?

María, es otro personaje que aparece en el evangelio de hoy con la 2da cara de la moneda llamada caridad con una actitud que a muchos nos puede sorprender: “sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra”. ESCUCHAR, es esa 2da cara de la moneda. No se puede escuchar a Dios cuando mi prioridad no es estar a los pies de Jesús. Estar a sus pies significa, entre otras cosas: dejar lo que estoy haciendo para que Dios me hable, por tanto, es detenerse y permitirle a Dios entre en mi vida (cf.Ap.3,20). A Él no le voy a escuchar, cuando le pongo en un segundo plano, cuando vivo esclavo de las redes sociales, cuando no me doy tiempo ni para ir a misa, ni para leer su palabra, ni para ayudar a los pobres, etc. No puedo cerrarme todo el tiempo en mí mismo y tener una actitud egoísta: primero yo, segundo yo y tercero yo. El que tenga oídos que oiga.

Todos estamos llamados a estar cada día más unidos a Dios (filiación divina), pero sin desconectarme de la realidad que vivo, por tanto, sin ser indiferente al sufrimiento del otro (caridad fraterna). El que se dice creyente, seguidor de Jesús, no debe olvidar que está llamado a poner un oído en el oído del mundo, y también un oído en el oído y/o en el corazón de Dios. Termino repitiendo la parte final del salmo de hoy (salmo 14): “El que así obra nunca fallará”.

Llamados a unirse al Maestro para servirle con y por amor a los demás.

Con mi bendición:

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