Queridos amigos
La venida del Hijo de Dios en Jesucristo es lo más importante que celebramos en el tiempo de Adviento. Su venida y la expectativa que genera en nosotros. ¿Qué irá a pasar? ¿Cómo vendrá? ¿Qué habrá que hacer para estar a la altura del acontecimiento? Justamente es esto último lo que pretenden decirnos las lecturas y los personajes centrales de cada uno de los domingos de Adviento. Por ejemplo, el evangelio hoy (Mt 3,1-12), que trae lo que nos dice Juan Bautista. Y que vale tanto para la venida de Jesús en la Navidad como para su venida en el entretiempo o en la Parusía (Venida Final): conviértanse, porque está cerca el reino de los cielos.
Más allá de las apariencias, el Bautista es un gran profeta con un inmenso poder de convocatoria -acudía a él toda la gente…-, de persuasión -confesaban sus pecados…- y de reclutamiento para cuando aparezca el Mesías – bautizándolos en el Jordán. Para cumplir lo que su padre Zacarías le había dicho (Lc 1, 76-77), se había preparado concienzudamente durante casi treinta años, y aquí estaba ahora él, en el Jordán, seguro de que el Mesías (su primo Jesús) habría de aparecerse en cualquier momento. Juan no era ningún “encantador de serpientes”, pero sí un hombre esperanzado y esperanzador, creador y sembrador de esperanza en el pueblo.
A la pregunta sobre qué había que hacer para que la venida del Mesías fuera una Buena Noticia y como una bendición, Juan, el bautizador, insistía en tres cosas: 1. tener en la más alta estima al Mesías, que está por venir; 2. convertirse; y 3. dar abundante y buen fruto… Hacer todo esto es preparar el camino del Señor… He puesto en primer lugar lo que Juan puso: tener y transmitir el más alto concepto de Jesús, a quien le dedica los más grandes elogios (Mt 3, 11-12). Sólo cuando Jesús nos entusiasme y sea lo máximo en nuestras vidas, soñaremos y viviremos pensando en su venida.
Y seremos capaces de convertirnos. Juan significaba esta conversión o cambio de vida en el bautismo con agua él que hacía. Pero, sabiendo que Jesús traía un bautismo con el Espíritu Santo y fuego, invitaba a todos a seguir a Jesús y a recibirlo. ¿Sabía Juan que el bautismo de Jesús no sólo produciría un cambio de costumbres sino también un cambio de mentalidad, de sensibilidad y de actividad, dando como resultado una “vida según el Espíritu” y llena de sus frutos (Gal 5, 22). ¿Y que ese bautismo hacía pasar al hombre de criatura a “nueva creación”, a hijo de Dios? Nosotros sí lo sabemos y sabemos que la mejor manera de vivir el Adviento es vivir nuestro bautismo.