Este domingo el evangelio nos hace saber que el Señor Jesús está caminando, y es que está cumpliendo con la misión que le ha encomendado el Padre cuando lo envió a este mundo para salvarnos. Está atravesando la ciudad de Jericó que en tiempos lejanísimos sus muros fueron destruidos al toque de las trompetas.
Como en toda ciudad está también tiene habitantes y entre sus habitantes esta uno, cuyo nombre es ZAQUEO, de estatura baja, que tiene como oficio o trabajo ser jefe de publicanos. De ZAQUEO se nos hace saber que es un hombre rico que al enterarse que Jesús está visitando la ciudad, tiene el anhelo de poder distinguir ¿Quién era Jesús? Ya podríamos todos tener este anhelo de querer saber quién es Jesús y que nada impida poder distinguirlo y si fuera el caso como le sucedió a Zaqueo seamos creativos para poder hacerlo.
El hacerlo como lo hizo Zaqueo tiene su recompensa, ya que al pasar el Señor también levantara la vista para mirarnos y hacernos saber que quiere alojarse en nuestra casa hoy y es muy probable que al igual que Zaqueo también nuestro corazón se llene de alegría como se alegró el de Zaqueo. Y que esa misma alegría nos lleve a querer compartir nuestros bienes con los demás,
Zaqueo prometió al Señor repartir la mitad de sus riquezas con los pobres. Y contrario a lo que se le suele achacar a Zaqueo por ser jefe de publicanos, que se había enriquecido porque cobraba demás en los impuestos, promete al Señor Jesús devolver, restituir hasta cuatro veces más el monto de lo que pueda haber cobrado; si hubiera sido su costumbre hacerlo entonces no le alcanzaría toda su riqueza para cumplir su promesa, me parece que propone esto para dejar en claro qué, aunque jefe de publicanos, no abusaba de sus hermanos cobrando demás y abusivamente.
Que nuestra condición de vida, ahora sabemos que no es impedimento para que el Señor Jesús quiera ser alojado en nuestro hogar, no sea motivo para que no busquemos al señor Jesús, por el contrario, ahora sabemos que nos ha venido a buscar y no solamente nos ha venido a buscar, sino que también nos ha venido a salvar a nosotros que sentíamos que estábamos perdidos.
A quienes se sienten seguros de sí mismos y superior a los demás que no terminan de comprender que la salvación que nuestro Buen Padre Dios tiene para darnos es para todos, no pueden dejar de murmurar por el hecho que envíe a su hijo para juntarse con pecadores, peor aún entrar en casa de un publicano, a quien todos califican pecador, para alojarse en la casa de esa familia.
Si confiamos en el amor misericordioso de Dios por todos nosotros entonces su amor obrará maravillas en nosotros que al sentirnos amados por Él también nosotros lo empezaremos amar.
Al finalizar ya el Mes Misionero Extraordinario e iniciar un nuevo mes sigamos orando delante de nuestro buen Padre Dios pidiendo que por su gran amor misericordiosos envíe obreros para hacer la cosecha en su mies. Sigamos orando por los misioneros y quienes habitan los lugares de misión y también por nosotros para que siempre estemos abiertos al encuentro del Señor Jesús que viene a buscarnos y a salvarnos.