Queridos amigos

¿Qué es para nosotros el agradecimiento? ¿Le damos mucha importancia? En el evangelio de hoy (Lc 17, 11-19) Jesús sana a 10 leprosos, de los cuales sólo uno y éste extranjero, se lo agradeció. ¿Y los otros nueve?, preguntó Jesús evidentemente decepcionado. No dio por válida ninguna de sus tácitas excusas: somos israelitas, es decir, de la familia…; estamos cumpliendo una orden, que el mismo Jesús les dio; tenemos necesidad urgente de contar con el certificado de salud (que daban los sacerdotes). Es decir, para Jesús el ser agradecidos y el mostrar agradecimiento están por encima de toda otra consideración.

Es lo que, por otra parte, enseña la Biblia. Como palabra, gesto, actitud y estado de vida, el agradecimiento traspasa las Escrituras y debiera traspasar toda nuestra vida. Dar gracias a Dios con himnos y cantos, ofrecerle sacrificios de acción de gracias (Lev 7, Lc 22, 19-20=la Eucaristía), alabarle y contar sus maravillas (como Jesús, Jn 11,41), ser una alabanza permanente para Dios (tal María, Lc 1, 46), es lo que Dios espera del hombre, por ser su creador y redentor. Y es lo que, por diferentes motivos y en proporcional medida, el hombre debiera ser para el hombre. Dar gracias (sentir y mostrar agradecimiento) por los favores recibidos, y darlas aunque las cosas se reciban como “debidas” por venir de los padres o de los funcionarios o…, pues siempre habrá que agradecer un detalle, una amable palabra, etc.

Añadamos que no basta con decir ¡gracias!, ¡muchas gracias!, como un cumplido o como muestra de buena educación. El dar las gracias con sinceridad debiera llevar a estrechar lazos de unión y de amistad, a poner de relieve los valores del otro, a crear empatía y simpatía. Como solemos decir, agradecer no cuesta nada y, al contrario, atrae sobre quien agradece toda clase de favores y bendiciones. La gratitud es abrir la mano para recibir nuevos favores de Dios, dice el Papa Francisco. No olvidemos que el agradecimiento es la memoria del corazón y la flor más bella del amor.

Todo es gracia de Dios y, por nuestra parte, todo debiera ser gracias a Dios. Al respecto no me resisto a copiarles estos versos de un himno de la Iglesia, que les invito a memorizar: “Gracias, Señor, por la aurora;/gracias por el nuevo día;/gracias por la eucaristía/ y gracias por nuestra Señora./ Y gracias por cada hora/ de nuestro andar peregrino./ Gracias por el don divino/ de tu paz y de tu amor;/ la alegría y el dolor,/ al compartir tu camino”. Para terminar, permítanme recordarles que Jesús y la Iglesia han institucionalizado la acción de gracias en la Eucaristía. ¿Quieres ser hombre/mujer agradecido de verdad? Sé hombre/mujer eucarístico de verdad.

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