Qué bueno es fiarse de Dios
Cuánto nos cuesta confiar en los demás, ¿verdad? Quizás más de uno haya podido llevarse la decepción de que tal o cual persona “me defraudó”, o “ya no es lo mismo con esta persona o con este grupo”… ¿cuál es la razón?: me fallaron. Podemos haber incluso hasta brindado mucha confianza, pero no supieron valorar esa confianza.
Algunos entendidos suelen decir que cuando hay confianza, hay seguridad, hay certeza de que se puede fiarse ya que los secretos o las cosas confiadas, quedan bien guardadas en un lugar importante, como es el corazón.
Para esto el profeta Jeremías nos ayuda en nuestra reflexión: “maldito quien pone su confianza en el hombre, y en él busca su fuerza” (Jer.17,5-8). La razón es: “será como un cardo en el desierto”. Cuánta gente hay que su esperanza la pone donde no debe y por eso su vida deja de tener sentido, es árida, es sin paz, y en algunos casos hasta sin ganas de vivir. Pero la desesperanza se puede convertir en esperanza, la desconfianza en confianza: “bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza”. La persona que se día de Dios, su vida siempre tendrá sentido, “será como árbol plantado junto al agua”. La fe se debe siempre alimentar del agua de la gracia, del amor de Dios, de su palabra, etc.
¿Me fío ciegamente de Dios?, ¿o desconfío de Él? Dice la carta a los hebreos que: “Fe es aferrarse a lo que se espera y certeza de cosas que no se pueden ver” (Hb.11,1). Hay una razón grande para fiarse de Dios: “sin la fe es imposible agradar a Dios” (Hb.11,6).
Entendemos por qué San Pablo insiste en fiarse de Jesús que ha muerto y ha resucitado, ya que “si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes no tiene sentido” (1Cor.15,12.16-20). La resurrección para el creyente, para aquel que se debe fiar de Dios, es lo que le motiva para caminar hacia adelante. Nuestra vida es una ruina, una desgracia si no aceptamos a Dios en nuestra vida, y mucho más si no creemos que Él está vivo, que ha muerto y que ha resucitado.
Jesús llama dichosos o felices (Lc.6,17.20-26), desde el monte, a: los que se fían de Él (“los pobres”); a los que tienen hambre de él y de su reino de paz, justicia, amor, solidaridad (“porque quedarán saciados”); a los que lloran porque siempre sus lágrimas son recogidas por Dios mismo; etc. No importa si haya gente que no entienda ni acepte y/o rechace nuestra fe, la recompensa, según Jesús hoy es “el cielo”. Todo esto en contraposición de los que viven de espaldas a Dios, que todo lo cuestionan, que no desean vivir conforme a sus mandatos, que prescinden de Él constantemente.
Lo triste siempre será: estar sin Dios, caminar sin Dios, vivir sin Dios y morir sin Dios.
¿Quieres que tu vida tenga un nuevo y renovado sentido?, ¿quieres que tu vida sea como ese árbol que siempre está junto al río?, no hay otro camino que fiarse de Dios. Jesús dice: “confíen en Dios y confíen también en mí” (Jn.14,1).
¿Podemos alimentar la fe, para fiarnos más de Dios?, claro que sí. La vida de oración, las obras de misericordia, la lectura de la Palabra de Dios, la vida sacramental, la devoción a la Virgen y a los Santos, el visitar al Santísimo, el acompañamiento espiritual, la vida de Iglesia (perseverar en un grupo, movimiento o asociación)…son algunos de los medios para alimentar, fortalecer y encaminar la fe.
¿Sabes querido hermano y amigo?: QUÉ BUENO ES FIARSE DE DIOS!!!
Animémonos a poner nuestra esperanza en Dios cada día de nuestra vida. Amén.
Con mi bendición: