Sólo entrará en el Reino de Dios aquel que esté preparado, por lo tanto vivamos siempre preparados pues no sabemos ni el día ni la hora. Es el mensaje del evangelio de este domingo (Mt 25,1-13). Y nos lo entrega a través de la parábola de las 10 doncellas que esperan la llegada del novio. En el relato, las 10 vírgenes representan a la iglesia (a ti y a mí), que debe estar siempre atenta a los signos de los tiempos, ser previsora y estar preparada para la llegada en gloria de su Señor. Estar preparada también para cualquier situación especial, que pudiera darse, como que llegue de noche y/o con retraso.
Jesús se refiere al hecho de ser de noche y al retraso en la llegada del novio, lo que era la cosa más natural del mundo, Terminada la última juerga, recién el novio y los amigos se dirigían ceremonialmente a la casa de la novia, que estaba rodeada de sus amigas, las vírgenes de la parábola, para dirigirse todos juntos al banquete de bodas. Jesús usa el hecho del retraso sólo como un recurso para acentuar la importancia de estar siempre vigilantes y preparados, de modo que nada ni nadie pueda sorprendernos..
Hay que observar que las vírgenes reprendidas no lo son por dormirse, ya que todas se duermen, sino por no ser precavidas y no estar preparadas para recibir al novio, cuando éste llega. De todos modos, asunto tan importante como es la llegada final del Reino de Dios y la entrada en él, pide de nosotros dormir con un ojo abierto. Pero sobre todo vivir en vigilante y activa espera. En fidelidad creativa y perseverante. Siempre unidos a Dios con todo nuestro ser y haciendo el bien. Siempre buscando con diligencia lo que es grato a Dios y realizando lo que es conforme a su voluntad. Entregándonos al servicio de los demás, como el buen administrador de la parábola (Mt 24, 45-47). Sin pereza ni imprevisión o desidia. Apasionados por la verdad y rechazando toda injusticia.
La parábola abunda en detalles, que han dado lugar a muchos comentarios -el número parejo de vírgenes prudentes y necias, la actitud poco generosa de las prudentes, el aceite de las alcuzas o lámparas, los vendedores de aceite, la noche que lo envuelve todo…Yo quiero referirme sólo y brevemente al simbolismo de las alcuzas. Con ellas uno veía lo que tenía que hacer e iluminaba el camino a los demás. Con y como Jesús (Jn 8,12) tenemos que ser luz para nosotros y para el mundo, además de ser sal y levadura. Por lo tanto, tengamos siempre acopio de aceite (amor del bueno y buenas obras), pues como es la vida así es su final: qualis vita, finis ita.