CREER EN SU PALABRA PARA OBRAR CONFORME SU VOLUNTAD

Es bueno, reconfortante y esperanzador, ver en los Hechos de Apóstoles que la Iglesia primitiva caminaba siempre en fe, testimoniando a Jesús, y este muerto y resucitado. Mucha gente se convertía, aceptaba la fe, de manera personal o en familia.

Veían los mismos Apóstoles que los fieles crecían en fe, pero también en número (Hch.6,1-7). Urgía entonces la necesidad de cuidar lo recibido por parte de Jesús, que este mensaje no se pierda, y que sean los mismos Apóstoles que lo trasmitan. Cuánto se dejaron llevar por el Espíritu de Dios en su vida, escuchando su voz, que les hablaba en la misma realidad: “no nos parece descuidar la palabra de Dios para ocuparnos de la administración”. Vieron por conveniente escoger a 7 servidores (diáconos). Es que la evangelización no debe parar, no se puede esperar ver que haya tanta gente sedienta de Dios, de su amor, de su palabra, de su Eucaristía, y de falta de pan material, etc sin que haya gente que pueda ayudarles. La evangelización siguió dando frutos: “la palabra de Dios iba extendiéndose y crecía el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe”.

Un testimonio arrastra más que mil palabras, aun cuando estas sean “bonitas”. Cuánto nos enseñaron los mismos Apóstoles. ¿Seré capaz de dar un buen testimonio de Dios o no?

La tarea del creyente será: no rechazar a Dios, que es siempre la “piedra angular, escogida y preciosa” (1Pd.2,4-9). Mucha gente rechaza y cuestiona a Dios o todo lo que se refiera a Él, incluso su palabra. San Pedro advierte que ese tipo de actitud hace que la gente tropiece “al no creer en la Palabra: ese es su destino”. Pero también nos recuerda que tú, yo y todos somos “una raza elegida, una nación consagrada”. Somos, por tanto, los preferidos de Dios; pero él siempre espera mucho de nosotros y de ahí la necesidad de obrar conforme a su voluntad (cf.Lc.1,38).

Cuando alguien se está por ir de este mundo, muchos reaccionamos contrariados, ¿verdad? O quizás nos duele y nos extraña que empiece con discursos como despidiéndose para siempre de todos sus seres queridos. Un amigo se acerca a un grupo de músicos y cantantes, amigos de Él, y les dice como de manera apocalíptica: “quiero escucharles cantar por última vez”. La reacción fue muy rápida: “cómo nos dices eso, ¿acaso te vas a morir?”. Al día siguiente lo encontraron muerto en su cuarto. Duele que alguien se vaya, y mucho más si es un ser entrañable. Jesús se va y sus amigos cercanos, los que compartían la misma fe, la misma esperanza, el mismo amor se quedaron contrariados. Por eso Jesús, en un grito que debe ensordecer nuestros oídos, les dijo: “Que no tiemble su corazón. Crean en Dios y crean también en mí” (Jn.14,1-12).

Jesús se va con esta intención: “Cuando vaya y les preparé sitio, volveré y les llevaré conmigo”. Les devuelve la esperanza, la alegría y las ganas de caminar en fe y de trasmitirla a otros. No hay otro camino que el de Jesús; no hay otra vida, que la que ofrece de manera plena y con una promesa el mismo Jesús que se atrevió a decir: “he venido para darles vida y vida en abundancia” (Jn.10,10); no hay otra verdad, que el mismo Jesús, que no miente, Él es el verdadero. No podemos reemplazarlo, no debemos.

Obrar conforme a lo que Dios quiere, es todo un reto que la Iglesia lo ha aceptado desde el mandato misionero de Jesús de ir por todo el mundo anunciando buenas nuevas (cf.Mc.16,15-20; Mt.28,16-20; Lc.4,18ss; Mc.1,15). La Iglesia es la continuadora de la obra de Jesús. Creer en Dios, creerle a Dios lo sabemos, pero me pregunto y te pregunto: ¿cuántos creemos de verdad en Él y obramos conforme a lo que Dios quiere? Hay una promesa muy grande al final del evangelio de hoy y que nos puede animar y exigir en la fe: “el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores”.

Que no haya ninguna excusa para obrar conforme a lo que Dios quiere, y siempre en y desde la fe. Esto se vuelve en un reto cada vez más grande. Puede haber gente que nos desanime, que cuestione incluso las cosas de Dios o de la Iglesia misma; hasta gente que confunda a otros con ideologías o doctrinas erradas para rechazar todo lo de Dios. Pero recordemos hoy al mismo Jesús: “Que no tiemble su corazón. Crean en Dios y crean también en mí”.

Que María Santísima, mujer de fe, que creyó siempre en las promesas de Dios nos inspire y nos ayude a creer más en su Amado Jesús para obrar conforme a su voluntad. Amén.

Con mi bendición:

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