EL HUMILDE “TOCA” EL CORAZÓN DE DIOS Y DE LOS DEMÁS

Se había graduado de Doctor en Filosofía, tenía un deseo grande en su corazón, al final de su vida: ser portero de una escuela de niños y adolescentes; así quería terminar los últimos días de su vida. Abría y cerraba la puerta del colegio, atendía con mucha amabilidad a cada uno, se sabía los nombres de todos: de los alumnos, maestros, padres de familia y personal de servicio. Todos se maravillaban de esa actitud.

Y siempre recibía con una sonrisa y les decía una frase que caló en el fondo de cada uno: “no se olviden de ser buenos cada día”. De pronto echaron en falta su presencia un día, una semana y otra. Fueron a su casa y se encontraron con la noticia de que falleció de un infarto en su cuarto, solo, pero con una sonrisa en los labios y encima de la cabecera de su cama un cartel que decía: “no se olviden de ser buenos cada día”. Por la noche de ese día, en pleno velatorio, todo el alumnado, docentes, padres de familia, etc, rodearon esa casa con velas y con un cartel cada uno que decía: “Gracias Don Fidel por ayudarnos a ser buenos cada día”.

Mucha gente hoy en día vive una vida superficial, lo doblemente triste, es que eso lo ven “como algo normal”., o como “algo que no es nada malo” como suelen justificarse. También hay gente que lo único que quiere hacer es buscar el aplauso, por no decir la vanagloria personal, y maltratar la dignidad del otro con sus ideologías, formas erradas de ver la vida, actitudes perversas, etc; y no reconocer que se equivoca. Otros buscan hacer “alarde” de lo que tienen y de lo que hacen. Eso es soberbia pura. Para todos ellos y para todos en general, Dios a través del profeta nos tiene un mensaje: “busquen al Señor los humildes” (Sof.2,3; 3,12-13). Esto obligará a actuar conforme a los mandamientos del Señor, y eso se notará en su diario vivir. ¿Estaremos en el 1er o 2do grupo?

San Pablo confirma lo anterior, en el sentido de afirmar que en cada asamblea, en la vida comunitaria, en la vida misma: “lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder” (1Cor.1,26-31). Pareciera que fuera contraproducente o que pudiéramos decirle a San Pablo: “te equivocas cuando afirmas eso”. Pero no es así.

Necesita, Dios, a sus preferidos, que son los humildes y los pobres, los que no actúan con doblez, para enseñarle a todos que sí es posible vivir de manera sencilla sin miramientos, que sí es posible cumplir su voluntad sin títulos académicos, que sí se puede ser bueno sin hacer alarde de lo que se pueda hacer para el bien del otro. El mundo de hoy busca reconocimientos, aplausos, busca llenar su ego.

Es un programa de vida que Jesús presenta hoy en su evangelio. Ese programa se llama “bienaventuranzas” y estas están puestas en un discurso que Mateo lo recoge (Mt.5,1-12ª). Jesús llama felices a los que ponen su entera confianza en Él (pobres de espíritu); también a los que lloran porque siempre van a recibir consuelo, a los que buscan justicia, a los que actúan con misericordia, etc.

Siempre será dichosa la persona que, como Fidel de la historia, busca ser bueno cada día y aceptando a los demás, obrando sin aplausos y buscando el bien del otro. ¿Acaso es difícil ser bueno y feliz haciendo lo que a Dios le agrada? ¿Qué nos falta para llegar a ese objetivo?

Sólo el humilde “toca” el corazón de Dios y de los demás.

Con mi bendición.

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