Queridos amigos
El mandamiento nuevo del amor es sin duda lo más importante que Jesús nos dio en su última Cena con sus apóstoles. Judas ya había salido y era de noche. Nos lo cuenta el evangelista Juan (Jn 13, 1-38), quien, casi al final del capítulo, recoge la oración estremecida de Jesús a su Padre y sus palabras de despedida a los apóstoles, que incluyen el mandamiento nuevo del amor. Vale la pena comentar todo esto.
Por tratarse de una despedida y por las circunstancias especiales que la rodearon (Jn. 13, 1-30), hubo conmoción y pena en los apóstoles. También en Jesús, que reaccionó rápido y les fue haciendo ver el lado positivo del acontecimiento, de lo que iba a pasar, según nos lo cuenta Juan, que estuvo allí. Este es mi momento de gloria, les dijo (y nos dijo), y el momento de la mayor gloria tributada nunca a Dios. Es por ello que el Padre Dios, a su vez, me va a glorificar y me va a sentar a su derecha en el cielo (Jn 13, 31-32). Por la cruz a la luz, solemos decir. Es cabalmente lo que le pasó a Jesús y lo que Él dijo: cuando sea levantado en la cruz (su pasión y muerte) seré exaltado por Dios (resurrección, ascensión y gloria a la derecha del Padre).
A los apóstoles -y a nosotros, que quedamos para su venida -, nos dejó, salido de su corazón misericordioso, el mandamiento nuevo del amor (Jn 13, 34-35). El amor que es vivir en comunión (ámense los unos a los otros); el amor que tiene en Jesucristo su fuente, modelo y término (ámense los unos a los otros como yo les he ha amado): y el amor en acción o misericordia, que es la señal o el distintivo de ser discípulo de Jesús. Por el amor que se tengan los unos a los otros reconocerán todos que son discípulos míos y a Mí me reconocerán como el Señor. Gran y hermosa tarea la de vivir y enseñar a vivir así el amor. Y a vivirlo como estado y estilo y de vida. Tal fue en Jesús y lo ha sido en los santos que, como San Vicente de Paul, han sido amor y han vivido para la caridad o entrega gratuita..
Lamentablemente, al olvidar que la caridad es un estado y estilo y de vida, la redujimos a hacer caridades (limosna y beneficencia). Olvidamos que, como decía San Vicente, el cristiano debe vivir en un estado de vida de entrega gratuita, de pura misericordia, ocupado en la práctica real de la caridad. Y olvidamos que, como indicó Jesús, el signo distintivo de quien quiere ser su discípulo es que nos amemos y que la gente vea que nos amamos. Para vivir en comunión fraterna, Jesús hizo y nos dio en su Última Cena dos cosas: 1, darse a sí mismo en comida, como eucaristía, y 2, lavar los pies a sus discípulos, como ejemplo del amor-ayuda que hemos de tenernos. ¿Lo tenemos?