Amar a la manera de Jesús

 

El amor por Jesús, es lo que ha hecho que Pablo y Bernabé puedan testificar de palabra y obra la Resurrección de Jesús. No descansaban en esta labor misionera, tanto así que “fueron animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe” (Hch.14,21b-27). Cuánto ánimo tenían que eran capaces de pedirles a todos que no se desanimaran, que habría que “pasar por muchas tribulaciones”.

Viajaban de un lado a otro, con un celo misionero que a veces eso nos falta. Siempre pondremos excusas para no hablar de Dios, quizás nos conformamos con un “cristianismo a nuestra manera” y no a la manera de Dios. Formaban comunidades, querían que la fe no se pierda y que cada comunidad, tenga un pastor, un sacerdote que les guíe. Eso es tomar en serio el mandato de Jesús de amar como Él ama.

Ya Jesús, está preparando su partida. Llega el término de su misión en este mundo y quiere que sus Apóstoles, continúen su obra salvadora: “Hijos míos, me queda poco de estar con ustedes” (Jn.13,31-33ª.34-35).

No desea que la Iglesia se quede sin pastores, sin fe, sin amor, sin esperanza.

Deja una herencia, que es una promesa de salvación para toda la Iglesia y el mundo entero, y que a veces no la tomamos en cuenta, por no decir no la vivimos: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros como Yo les he amado”.

Es un mandato, es un imperativo, no es un “si puedes”. Me pregunto: ¿habremos tomado esto muy en serio o es simplemente una frase bonita?

El pedido es más que claro, y que debe ser una exigencia de amor permanente: amar a la manera de Jesús. Si yo sigo a Jesús, si yo creo en Dios, no puedo amar como ama el “mundo”. Este ama con doblez, con mala intención, con condición, con libertinaje, etc. El amor, que viene de Dios (cf.1Jn.4,8), debe ser traducido en buenas y sanas relaciones fraternas, aún cuando haya diferencias.

El mundo nos conocerá justo por este mandato de Jesús, porque amamos a su manera y no a nuestra manera: “La señal por la que conocerán que son discípulos míos, será que se amen unos otros”.

Jamás Jesús dirá: “ódiense unos a otros”, “guárdense rencor unos a otros”, “háganse daño unos a otros”; sólo dice “ÁMENSE”.

El que ama, respeta al otro y no le hace daño, le desea su bien.

Con mi bendición.

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