Queridos hermanos seguimos caminando de la mano del Señor para experimentar cada día la vida misma de aquel de quien hemos recibido el llamado.

Se quedaron asombrados de su doctrina. Esta frase tomada del evangelio de este domingo  debe interpelar a nuestra propia vida, para medir nuestra capacidad de recepción del mensaje del Señor, sus enseñanzas, sus palabras de cada día. El asombrarse es una capacidad natural del hombre, se asombra por doctrinas que solo llenan el oído y no el corazón, es como la sabiduría de los políticos que enamoran con la palabra adornada y camuflada para vendernos su mensaje que no sirve para nada, solo para engañar a los electores. Pero la doctrina del Señor es sana y alegra el corazón.

Él es el camino, la verdad y la vida, que nos conduce al Padre. No podemos vivir solo del asombro, del conformismo, del “siempre se ha hecho de esa forma”, debe trascender nuestras acciones, debemos ponernos a trabajar para que el mensaje que predicamos sea una verdad creíble para nuestros oyentes, no simple vanagloria. Debe hablar con la verdad y desde la verdad, que es el mismo Cristo.

Otra expresión que llama la atención en el pasaje del evangelio “es una enseñanza nueva”. Sin duda la enseñanza del Señor tiene un sonido distinto de lo que predicaban sus interlocutores, sus palabras calan en el corazón, no la endurecen, sino que la ayuda a suavizar y saber tratar con los demás. Es nueva porque viene dada de lo alto, no es un mensaje terrenal sino celestial, que nos abre las puertas de un mundo más humano y menos opresor. Pero la frase viene después de un acontecimiento que sorprende a más de uno, ha hecho salir a un demoño de un hombre poseído. Tiene pues el Señor poder sobre todo que existe en la tierra. Se ve claramente que el bien vence al mal, el Señor del bien ha demostrado su superioridad al mal, que tanto daño le hace al hombre y le corrompe el corazón.

Queridos hermanos no nos dejemos poseer por espíritus que enfrían y endurecen el corazón, dejémonos interpelar cada día por el mensaje nuevo que el Señor nos regala. Que su palabra nos ayude a meditar cada momento de nuestra vida, que nos ayude a superar nuestras debilidades, nuestro conformismo, y que nos ayude a ser cada día mejores hijos de Dios. Que lo que predicamos sea verdaderamente un mensaje nuevo y reconfortador para los demás. Esto nos animará a no seguir escuchando mensajes que solo engañan y perjudican el corazón.

Que esta semana llevemos el compromiso de leer cada día el evangelio, para ser interpelados por Dios y proponernos un compromiso que podamos cumplir a luz del evangelio.

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