Qué bueno es Dios
Qué maravilla es saber que nunca estamos solos en esta vida, que tenemos un Dios que siempre sale a nuestro encuentro para abrazarnos, como al hijo pródigo (mensaje del evangelio del domingo anterior) y llorar de alegría porque volvemos a sus brazos.
Dentro del discurso mesiánico que pronuncia Isaías de parte de Dios, hace notar el interés que tiene Dios por su pueblo: “No recuerden lo de antaño…voy a hacer algo nuevo” (Is.43,16-21). Cuántos pudiéramos pensar que Dios quizás “nos guarde rencor” por todo lo malo que podamos haber hecho o que estemos haciendo. ¿No crees que puede ser lo contrario? Dios quiere colocar en nuestro corazón el deseo de hacer “algo nuevo”. Isaías se pregunta: “¿no lo notan?”. ¿De verdad se nota que yo le abrí o le abro mi corazón a Dios?
Estamos en la última semana de cuaresma, ya a puertas de empezar la Semana Santa, creo que amerita que podamos, de cara a Dios, hacer nuestra propia evaluación: ¿estamos preparados para acompañar a Jesús en esta Semana Santa y a tanta gente que vive lejos de Dios? Dios quiere hacer salir “agua del desierto” como dice la 1ra lectura. Quiere sacar de nuestra vida: gozo, paz, alegría, júbilo, ganas de anunciar su amor…
Nuestra meta, en esta cuaresma, será llegar siempre a Dios: “Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y estar unido a él…” (Filp.3,8-14). Vida de oración, obras de caridad y de promoción en bien de los pobres, devoción a la Virgen y a los Santos, vida sacramental, conversión permanente, visitas al Santísimo entre otros son los medios que pueden ayudar a estar unidos a Dios (por la fe) y a los demás (por la caridad fraterna).
Podemos recordar, como en otros mensajes, que según los evangelios, TODO ENCUENTRO CON JESÚS provoca algo especial, sucede algo particular: una sanación física, una liberación, una conversión, ganas de anunciar su amor, alegría de servir más y mejor, etc. Juan nos pone en su evangelio hoy el encuentro que tiene Jesús con la mujer pecadora, y con los que le acusaban: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores?…Tampoco Yo te condeno. Vete y en adelante no peques más” (Jn.8,1-11).
La mujer pecadora, los escribas y fariseos fueron “tocados” por Jesús. Por el lado de la mujer pecadora: le fue devuelta su dignidad de mujer, Dios la levantó, ella “volvió a vivir”, recuperó el sentido de la vida sin acusaciones, sin prejuicios, sin recordar lo de antaño, porque algo nuevo empezó a brotar en ella, del desierto de su vida brotó el agua de la esperanza. Por parte de los escribas y fariseos, Jesús descubrió su pecado: señalar todo el tiempo con el dedo acusador sin verse ellos con pecado, el ser legalistas y no mirar y no actuar con misericordia, el ser prejuiciosos.
Querido hermano y hermana, miremos hoy: “Cuan bueno es Dios” (cf.Salmo 33).
Podemos exclamar, con libertad hoy: ¡Qué bueno es Dios!
Con mi bendición.