Acorde con el título de la festividad del día de hoy, el evangelio de San Lucas nos describe el nacimiento de San Juan Bautista. La escena de la llegada al mundo de Juan Bautista transcurre en medio de una reunión de parientes y vecinos alegres por la maternidad adulta de su madre Isabel. Se cumplen así las promesas anunciadas en el Antiguo Testamento. Dios inspira a Zacarías, su padre, el nombre de Juan, que va a implicar un servicio y una misión determinada para el pueblo elegido. Será llamado el Precursor, el enviado por Dios para anunciar la llegada próxima del Mesías prometido y puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. De sus padres aprenderá el valor de la familia como espacio vital de relaciones interpersonales, crecimiento integral progresivo y encuentro con Dios que le habla desde los acontecimientos de la vida. Cuando llega a una edad adulta desarrolla a la perfección el plan que Dios había establecido para él y que asume con un gran sentido de acogida y de disponibilidad: preparar el camino del Señor porque su venida es inminente.

Desde muchos aspectos podríamos tratar el testimonio y las enseñanzas que Juan Bautista nos ofrece para nuestra vida cristiana como modelo y exigencia. Vamos a centrarnos en algunas actitudes que practicó en vida y que pueden ser ejemplo de comparación y hasta de confrontación en nuestro actuar diario:

* Conversión: adoptar un talante de revisión de vida y de evaluación interior que nos haga reconocer nuestras propias deficiencias para sentir el amor y el perdón de Dios y ponernos en camino de comprensión y adhesión al Reino para cristificar nuestra vida en búsqueda de la perfección y de la santidad.

* Frugalidad de vida: preocuparnos más “por el ser que por el tener”. Despertar el sentido crítico y el discernimiento para no dejarnos invadir por la atmósfera consumista y sentirnos libres de agobios y de necesidades superfluas.

* Humildad: sentirnos instrumentos de Dios. Reconocer nuestras propias limitaciones y, sobre todo, el papel “subordinado” pero muchas veces tan necesario en el transcurso de nuestra vida.

* Coherencia de vida: Ser testigos de la bondad de Dios con el ejemplo y con las obras. Si queremos gozar de credibilidad ante los demás dejemos que sea la voz de nuestras acciones las señas de identidad de nuestra vida cristiana.

* Testimonio y anuncio: vivir en profundidad los valores y exigencias del Reino de Dios supone asimilar el mensaje de Cristo y anunciarlo en la sociedad. Juan Bautista es profeta porque siente la llamada de Dios, la acoge con fidelidad y anuncia ese plan de salvación a todos los hombres.

Seguro que también a Uds. se les ocurre también señalar muchos más rasgos y actitudes del perfil profético de San Juan Bautista. Lo importante es que nuestra vida quede reflejada en el marco de su ejemplo. Así podremos sentirnos cercanos a su presencia y a su testimonio como una

gracia que renueva nuestra conciencia para ser cada día más fieles al seguimiento del Señor.

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