ERES REY Y PASTOR DE NUESTRAS VIDAS
Querido y buen Jesús: ¿te acuerdas cuando entraste triunfante en Jerusalén? Todos te gritaban: “bendito el que viene en el nombre del Señor”, “Hosanna al Hijo de David”. Te reconocían como Rey. Siempre recordabas a tus discípulos y a todos los que te seguían, que para ser el primero, tendremos que ser de los últimos, o el “servidor de todos”. Antes de que fueras al Gólgota te preguntaron si eras rey y si tenías reino, a lo que Tú mismo contestabas: “Sí lo soy” y también “mi reino no es de este mundo”. Pero cuánta gente hoy en día Jesús, te ha hecho y te hace a un lado, o te pone en un segundo plano; perdónanos por eso Jesús. Vivimos sin tomar conciencia que en algún momento vamos a dejar este mundo físico, perdónanos también por eso Jesús. Proclamamos en nuestro credo que Tú, y no otro, eres “Todopoderoso”; y a veces dudamos de eso, perdónanos Jesús. Queremos darte el permiso para que reines en nuestra vida, en nuestra mente y en nuestro corazón, en nuestra familia, en nuestra sociedad, en nuestra Iglesia, y en el mundo entero. Amén.
Ya llegamos al “final del camino” en la liturgia, porque se termina el tiempo ordinario, se termina un año litúrgico y se da pase a un tiempo nuevo llamado adviento como preparación para las fiestas navideñas el próximo domingo. Es bueno entonces hacer una evaluación seria. Dios ha pasado por nuestra vida durante todo este año, ¿nos hemos dado cuenta de ello? ¿Quién realmente es Dios para mí y para todos?
Hoy, el profeta Ezequiel, presenta a Dios como un pastor que viene en persona a buscar a sus ovejas: “Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro” (Ez.34,11-12.15-17). Es un Dios por tanto, cercano, que no se desentiende de las que están lejos, como tampoco, de las que tiene cerca. Es aquel que viene a curar a sus ovejas que las ve enfermas. No es indiferente ante el sufrimiento humano. También se presenta como un Dios que viene “a juzgar entre oveja y oveja”. Quiere que todas, sin excepción no pierdan el rumbo de su propia vida. ¿Sabes? Ese es el Dios en el que tú, yo y todos creemos. ¿Estás perdido?: mira a Dios que sale a tu encuentro para que te cargue sobre sus hombros, porque grande es su amor. ¿Estás enfermo?: Dios viene a curar tus propias heridas (del pasado y del presente), su amor es salvador. ¿Crees eso? Pero debo advertirte que hay gente que se “viste de pastor bueno” y en el fondo son los lobos “vestidos de luz”, cuidado; el pastor acoge, no rechaza; el pastor salva, no condena; el pastor te da esperanza, no te la quita. Seguimos al que en persona viene a darnos la salvación, no a otro.
Creemos en este Dios muy cercano, que le duele que sus hijos se pierdan, viene a dar vida, a reinar: “hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies” (1Cor.15,20-26.28). El mal (el miedo, la confusión, el caos, la división, el rencor, etc) no puede reinar en el mundo de hoy. Aunque es triste comprobar que en muchos lugares está metiéndose con más fuerza (grupos o comunidades enteras en algunos países han “consagrado” sus vidas al demonio). Pero es bueno recordar desde la fe y la esperanza lo que el mismo San Pablo dice: “Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida”. El adán no puede reinar en nosotros, el NUEVO ADÁN QUE ES CRISTO JESÚS SÍ. ¿Es de verdad Cristo el Rey de mi vida o no?
¿Cómo será la venida de nuestro Rey? ¿Cómo será la venida de Jesús? La respuesta la tenemos en el evangelio de hoy: “Cuando venga el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones” (Mt.25,31-46). Sabemos por fe que Dios, como dice nuestro Credo, va “a venir a juzgar a los vivos y a los muertos”; el cuándo y el cómo no lo sabemos, no nos corresponde, ni a los grupos que hoy en día se atreven a poner hasta fechas como para sembrar miedo y confusión. Pero si cabe preguntarnos: ¿Quiero de verdad ir al cielo? La respuesta también la tendremos en el evangelio de hoy: “Hereden el reino preparado para ustedes; porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber”.
Así aparece Jesús en el evangelio de hoy. Como rey, como juez, pero también como un Dios que nos pide hablar y actuar con y desde la misericordia, para ganarnos ese cielo prometido. ¿Qué pensará Dios de mí? ¿Hago lo que a Él le agrada? Si yo o tú o cualquiera que nos sabemos creyentes, seguidores de Jesús, misioneros, líderes religiosos, etc; caminamos como si Dios no existiera o al margen de Él, nos debería preocupar esa actitud. Triste es estar sin Dios, caminar sin Dios, vivir sin Dios y morir sin Dios. Una vez más nos advertimos mutuamente que hay mucha gente que nos quiere hacer creer que no necesitamos de Dios, que no necesitamos de la fe, que no necesitamos de la Iglesia ni de los sacramentos, que no necesitamos de mandamientos para ser feliz o para estar bien con los demás y respetar su dignidad, o para ser buenos cada día, o para ayudar con amor a los pobres, o para hablar de Dios a los demás. Mucho cuidado. Eso es “dictadura del relativismo” en palabras de Benedicto XVI.
Nos ayudará a saber, como exigencia permanente para poner en práctica nuestra fe el “tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús” (Filp.2,5); como también: “¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe si no lo demuestra con su manera de actuar? Esa fe está completamente muerta” (Stgo.2,14-18). Que Jesús de verdad reine en todos y en cada uno en particular, en nuestras autoridades para que aprendan a servir más y mejor y no a servirse de los demás, que reine en nuestra Iglesia para que viva la unidad en medio de la diversidad; que reine en todo lo que hagamos y digamos para que sea todo conforme a su voluntad. Eres rey y pastor de nuestras vidas, Jesús. Amén.
Con mi bendición.